martes, 18 de agosto de 2009

Pájaro negro.




La agarra con fuerza. Acaricia suavemente su piel; tranquilizándola, mirándole a los ojos, sonriéndole Alex. Golpeándola con fuerza, la arroja contra la pared. Mira atónita, sangra, llora y desespera, Mirla con mirada penetrante. Alex ríe, tiembla, grita; está loco, piensa Mirla. Se levanta la hermosa chica, le tiemblan las piernas, le sangra el labio, le brillan los ojos, resplandece su piel gracias a la luz de la ventana. Insulta a Alex, ríe, ironiza, se mofa la musa, señala fuera de la ventana, se desploma, se pone a gritar Mirla.

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Mira a izquierda, mira a derecha. Mira la hora, mira al cielo, mira al infinito Pat. Espera, impacienta, reflexiona, sospecha el detective. Pasa un hombre. Gabardina, negra; de cine negro. Sombrero, acorde al juego, corbata de colores, puro en mano, probablemente con una arma en la otra. Se baja el sombrero, mete la mano en el bolsillo interior, pisa fuerte, se moja los mocasines; preocupa al investigador, le incita a reaccionar, lo tranquiliza sacando un sobre. Hace gestos suaves; toma precauciones, sonríe la parte de boca que se le ve. Hace un paso y tres cuartos hacia delante, mueve la mano con firmeza, entrega el sobre; recibe Pat tembloroso, pide un cigarrillo; risas, le da un puro a cambio la gabardina y en segundos desaparece por la esquina anterior.

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- Tiene trece minutos – Repite.
- No se el sitio – Responde.
- Salga por esta puerta en quince segundos. Siga las instrucciones. No pise rápido, no pise lento. - - Todo saldrá bien. – Tranquiliza.
- N... Nunca he hecho e...esto. – Balbucea.
- Diez segundos – Se limita a reafirmar.
- ¿No podría darme alguna otra indicación? – Inquiere.
- 6 segundos – Calla.
- ¿ES ESTO TODO LO QUE ME VA A DECIR!? – Alza la voz.
- No levante la voz. Dos segundos. – Acalla.
- Adiós – Finaliza lacónicamente.

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Baja a la calle, tropieza; llueve y no funcionan los fanales, se le nubla la vista a Mirla. Camina tambaleándose, se desploma, se golpea la cabeza; se mezclan gotas de agua y lágrimas, solloza la chica. La levantan guantes negros; humo de tabaco, olor a lluvia; confusión, fundido a negro y flash de luz cuando se abre la ventana.

- ¿Donde estoy? – Pregunta
- Esto no importa. Necesitaba ayuda. Cuando se recupere, se irá.
- E... Entiendo, entiendo. ¿Quién es usted?
- Esto no importa. Soy un hombre que se vio con la obligación de ayudarla. Cuando se recupere, se irá.
- No quisiera ser descortés, caballero. Agradezco su ayuda. Pero no tengo ni idea de que ha ocurrido, ni de donde estoy, ni de que está pasando. Un poco de información, valga mi agradecimiento por su atención ya merezca mi deuda, no me vendría mal.
- Como menos hable con usted mejor. Como menos hable con cualquier persona hoy, mejor. Estaba en mal estado. Alguien la pegó. Quién, tendrá que averiguarlo usted. Veo que se encuentra usted mucho mejor, señorita. Sin querer parecer en urgencia, debo pedirle que se vaya. Vino sin chaqueta. Tome una mía. Puede quedársela.

Agarra una chaqueta negra; larga, con olor a lavandería. Intenta ponérsela por encima de los hombros.

- Sigo confundida, aunque agradezco sus gestos. Espero recordar mejor todo lo que ocurrió mas tarde y poder agradecerle su ayuda mas intensamente. No obstante, me niego a aceptar su chaqueta como regalo.
- No es un regalo como tal. Usted necesita la chaqueta, yo no. No hay discusión al respecto, y me está usted haciendo hablar mas de lo que necesito. Le ruego, tómela.

Mira alrededor por primera vez; se turba al sentir fisgoneándose y vuelve a mirar al hombre con decisión.

- Voy a aceptar su chaqueta porque veo que no le estoy haciendo ningún favor, cuando usted me lo ha hecho a mi. No obstante, mañana a las doce del mediodía se la volveré a traer a usted; y en caso de no encontrarse, se la dejaré en la portería. Y de eso, por favor; y si desea seguir ahorrando palabras, no discuta, pues un caballero tan cortés como usted no podrá privarme salvo con violencia de que haga yo tal gesto.
- No se moleste pues en intentar llamar a mi puerta. Déjela en la portería. Y ahora apresúrese. El tiempo se me agota. Gracias y adiós, señorita.
- Adiós, caballero – Se despide Mirla; confundida, sorprendida, y adolorida.

Abre la puerta Sax, despide con urgencia a Mirla, cierra la puerta; se arrodilla, golpea el suelo, maldice; llora y se insulta a si mismo; se arrepiente y jura; jura; jura.
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La primera de unos cuantos uploads que van a formar una historia. Aunque ya la tenga pensada, voy a escribir los capítulos como siempre lo hago; rápido, tal como me salen de la cabeza y de golpe. Espero que disfrutéis y no me salga demasiado mala la mini novela ^^.

viernes, 14 de agosto de 2009

¿Y si...?



Tengo una gran fortuna. Que viene compensada por un gran infortunio.
Tengo la suerte de ser hábil realizando las tareas que se me encomiendan. Si me aplico; si trabajo duro; no acostumbro a tener dificultades para sacar cosas adelante. Trabajo, deportes, ocio, y parecidos. Aunque a veces no salga del todo bien; acostumbra a ser porque no me he aplicado. Pero incluso en esas situaciones, acostumbro a autoreconfortarme diciéndome que si me aplicara un poco mas, saldría bien. En general acostumbra a ser cierto; sin ánimo de presumir de mis cualidades.



Pero esto viene acompañado de un azote que no solo me castiga a mi; sino que podría decir comparto con mi hermano en gran medida; y en cierta medida con los dos. Y este no es otro que mi gran dificultad y ineptitud para escoger entre diferentes caminos. Las cosas que tengo claras; claras las tengo y en ellas trabajo duro (o lo intento) para sacarlas adelante. Pero cuando se presentan bifurcaciones, tiendo a dudar mucho mas de lo necesario; de lo recomendable, de lo bueno. Irónico, pues la carrera que he escogido depende en gran medida de el número de decisiones peliagudas acertadas que consiga sacar adelante. Pero mi carrera es también; en cierta parte, producto de mi incapacidad de decidirme por una en concreto. No lo duden: este problema es en considerable parte producto de una cierta cobardía.



Pero obviamente, y refiriéndome a lo que vengo dispuesto a hablar de; esto repercute muy negativamente en mis relaciones amorosas. Rodeado por intuiciones; corazonadas, reflexiones y conclusiones racionales, me veo bombardeado por posibles salidas; que aunque a veces apuntan claramente en una dirección, ésta siempre se ve vulnerada por el maldito y constante ¿Y si...? Harto estoy de plantearme esta pequeña interrogación. Impulsivo como soy en tantas cosas; ahí mi problema es que pienso demasiado las cosas. Incluso a veces se piensan que no las reflexiono, de lo callado que puedo llegar a estar; debido a que de tantas vueltas que le doy las conclusiones imposiblemente llegan a materializarse en explicaciones viables verbalmente.



Incluso cuando finalmente acabo tomando una decisión; el ¿Y si...? me sigue castigando posteriormente, mostrándome en imágenes o suposiciones de qué podría haber ocurrido por el otro camino. Por el otro camino, o por los otros 100; pues opciones hay mil y palabras aún mas. Incluso una vez tomado el camino adecuado; los fantasmas de los otros caminos no dejan de atormentarme, imposibilitándome el ser capaz de discernir si he hecho bien o no. Haya, o no, actuado correctamente, seguiré recordando que existió; hubo; estuvo presente, otra opción que hubiera llevado mi vida a otro universo posible.



Y los fantasmas de la otra vida me atormentan; me castigan. Me tientan con la suerte que podría; y podría no, haber tenido en la otra dimensión de mis pensamientos. Me tientan a arrepentirme. Me tientan a sentirme mal.



Y así, acabo viviendo los otros caminos, en mi mente, una y otra vez; recorriendo centenares de caminos a la vez; y aunque mi mente es capaz de recordarme “porqué” hice lo que hice; también me recuerda que hay otro mundo; que hubo otra dimensión; que existe un mundo paralelo; donde podría haber escogido la otra opción; y donde la otra opción podría haber sido la válida; y donde podría ser feliz sin preocuparme por ser, la opción que había escogido, la errónea.



Y en medio de este caos y castigo; no me queda mas que agarrarme al camino que por suerte o desdicha haya escogido; pues si empiezo a navegar perdido entre océanos de rutas de mi mente no podré volver a encontrar el camino de vuelta.



Pero siempre dicen, que los caminos siempre pueden volver a entrecruzarse; y siempre dicen que nada esta dicho; y que todo esta por decir; y que por suerte o por fortunas, quedan miles de decisiones por tomar.



Y habiendo escrito esto en 10 minutos; sin releerlo y sin repasar faltas ni ideas, aquí os entrego este torrente de explicación, que probablemente será la mejor excusa que os podré poner nunca a todos cuando os falle tomando decisiones.