La agarra con fuerza. Acaricia suavemente su piel; tranquilizándola, mirándole a los ojos, sonriéndole Alex. Golpeándola con fuerza, la arroja contra la pared. Mira atónita, sangra, llora y desespera, Mirla con mirada penetrante. Alex ríe, tiembla, grita; está loco, piensa Mirla. Se levanta la hermosa chica, le tiemblan las piernas, le sangra el labio, le brillan los ojos, resplandece su piel gracias a la luz de la ventana. Insulta a Alex, ríe, ironiza, se mofa la musa, señala fuera de la ventana, se desploma, se pone a gritar Mirla.
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Mira a izquierda, mira a derecha. Mira la hora, mira al cielo, mira al infinito Pat. Espera, impacienta, reflexiona, sospecha el detective. Pasa un hombre. Gabardina, negra; de cine negro. Sombrero, acorde al juego, corbata de colores, puro en mano, probablemente con una arma en la otra. Se baja el sombrero, mete la mano en el bolsillo interior, pisa fuerte, se moja los mocasines; preocupa al investigador, le incita a reaccionar, lo tranquiliza sacando un sobre. Hace gestos suaves; toma precauciones, sonríe la parte de boca que se le ve. Hace un paso y tres cuartos hacia delante, mueve la mano con firmeza, entrega el sobre; recibe Pat tembloroso, pide un cigarrillo; risas, le da un puro a cambio la gabardina y en segundos desaparece por la esquina anterior.
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- Tiene trece minutos – Repite.
- No se el sitio – Responde.
- Salga por esta puerta en quince segundos. Siga las instrucciones. No pise rápido, no pise lento. - - Todo saldrá bien. – Tranquiliza.
- N... Nunca he hecho e...esto. – Balbucea.
- Diez segundos – Se limita a reafirmar.
- ¿No podría darme alguna otra indicación? – Inquiere.
- 6 segundos – Calla.
- ¿ES ESTO TODO LO QUE ME VA A DECIR!? – Alza la voz.
- No levante la voz. Dos segundos. – Acalla.
- Adiós – Finaliza lacónicamente.
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Baja a la calle, tropieza; llueve y no funcionan los fanales, se le nubla la vista a Mirla. Camina tambaleándose, se desploma, se golpea la cabeza; se mezclan gotas de agua y lágrimas, solloza la chica. La levantan guantes negros; humo de tabaco, olor a lluvia; confusión, fundido a negro y flash de luz cuando se abre la ventana.
- ¿Donde estoy? – Pregunta
- Esto no importa. Necesitaba ayuda. Cuando se recupere, se irá.
- E... Entiendo, entiendo. ¿Quién es usted?
- Esto no importa. Soy un hombre que se vio con la obligación de ayudarla. Cuando se recupere, se irá.
- No quisiera ser descortés, caballero. Agradezco su ayuda. Pero no tengo ni idea de que ha ocurrido, ni de donde estoy, ni de que está pasando. Un poco de información, valga mi agradecimiento por su atención ya merezca mi deuda, no me vendría mal.
- Como menos hable con usted mejor. Como menos hable con cualquier persona hoy, mejor. Estaba en mal estado. Alguien la pegó. Quién, tendrá que averiguarlo usted. Veo que se encuentra usted mucho mejor, señorita. Sin querer parecer en urgencia, debo pedirle que se vaya. Vino sin chaqueta. Tome una mía. Puede quedársela.
Agarra una chaqueta negra; larga, con olor a lavandería. Intenta ponérsela por encima de los hombros.
- Sigo confundida, aunque agradezco sus gestos. Espero recordar mejor todo lo que ocurrió mas tarde y poder agradecerle su ayuda mas intensamente. No obstante, me niego a aceptar su chaqueta como regalo.
- No es un regalo como tal. Usted necesita la chaqueta, yo no. No hay discusión al respecto, y me está usted haciendo hablar mas de lo que necesito. Le ruego, tómela.
Mira alrededor por primera vez; se turba al sentir fisgoneándose y vuelve a mirar al hombre con decisión.
- Voy a aceptar su chaqueta porque veo que no le estoy haciendo ningún favor, cuando usted me lo ha hecho a mi. No obstante, mañana a las doce del mediodía se la volveré a traer a usted; y en caso de no encontrarse, se la dejaré en la portería. Y de eso, por favor; y si desea seguir ahorrando palabras, no discuta, pues un caballero tan cortés como usted no podrá privarme salvo con violencia de que haga yo tal gesto.
- No se moleste pues en intentar llamar a mi puerta. Déjela en la portería. Y ahora apresúrese. El tiempo se me agota. Gracias y adiós, señorita.
- Adiós, caballero – Se despide Mirla; confundida, sorprendida, y adolorida.
Abre la puerta Sax, despide con urgencia a Mirla, cierra la puerta; se arrodilla, golpea el suelo, maldice; llora y se insulta a si mismo; se arrepiente y jura; jura; jura.