Aquí estoy: son las cuatro de la mañana. Mucho mas tarde de lo que debería ser, pero dada mi falta usual de sueño, he decidido hacer uno de mis planes favoritos: agarrar mi ahora bien limpia shisha y disfrutar de una buena película a través de mi ordenador. En este caso, Gran Torino.
Pero, llegado el final de la película; sigue sin llegar el sueño, y decidido a perder aún mas el tiempo en esta cálida noche de verano, voy a hablar sobre otra cosa que me ha ocurrido hoy; pues resulta que hoy fui al cine por segunda vez a ver la nueva película de Harry Potter. No porque tuviera ganas de verla otra vez; que tampoco se aleja mucho de la realidad; sino mas bien porque le prometí a mi madre que la vería con ella, y dado el caso que ya la había visto el día del estreno con mis amigos, no pude, ni quise, negarme a cumplir mi promesa.
Aunque no esperaba aburrirme en el cine; lo que realmente no esperaba era volverme a emocionar. La muerte de Dumbledore, las reminiscencias de la muerte de Sirius Black y todo lo que significaba el libro volvieron a arrancarme escalofríos. ¿Porqué? Harry Potter no es un mal libro. Escrito decentemente bien; sin exagerar aunque con una historia profundamente trabajada y apasionante, no es una saga que destaque por su calidad literaria.
¿Que hace que despierte tantas pasiones dentro nuestro? Para responder a esta pregunta, tengo que volver al día del estreno y a un hecho del cual me di cuenta entonces. Uno esperaría que de una novela considerablemente “infantil” o “adolescente” como algunos consideran Harry Potter, la mayoría de la gente en el estreno serían niños o familias con sus respectivos. Aunque por la segunda parte era considerablemente cierto, no por la primera. Me di cuenta que sin duda alguna la mía era la media de edad aproximada de la sala. Alrededor de los veinte; año arriba año abajo.
Y cuando uno ve esto, no es difícil deducirlo todo rápidamente: J.K.Rowling había hecho algo que me atrevería a calificar como único en el mundo de la literatura; o al menos, soy imposible de pensar en otro casi igual. Otros libros protagonistas de la infancia; como podrían ser “los cinco” o parecidos, tenían muchas entregas. Decenas de ellas. Infinitas aventuras en las que uno podía recrearse; y dejar ir tu imaginación. Pero todas llegaron a un año en nuestras vidas donde dejamos de identificarnos con los protagonistas; más que nada por edad. Todas estas sagas duraron 2, 3 años como mucho. Después; meramente podían ser vueltas a leer por el simple placer de rememorar los momentos de tiempos pasados que nos transmitían aquellas hojas.
No pasó lo mismo con Harry Potter. En mi caso, conocí a el único mago que quizás le ha robado el sitio a Merlin en popularidad mientras estaba en primaria. Cuarto, quinto o sexto, esto ya no lo recuerdo. Pero recuerdo conocer a un chico que estaba leyendo el libro; y que por una confusión de conceptos relacionados con la piedra filosofal, acabó recomendándomelo con el consiguiente apasionamiento por mi parte. Harry Potter era un niño que descubría un nuevo mundo mágico apasionante y descubría que él mismo contenía un poder en su interior que le permitía vivir aventuras únicas. Era fácil dejarse llevar por aquel mundo y sentirse identificado con aquel modesto chico que, en un día cualquiera, había llegado un poderoso brujo a su casa con una carta para darle la agradable sorpresa de que era un mago; y además, considerablemente famoso. Todos, secretamente, soñábamos con que nos pudiera ocurrir lo mismo y que de repente descubriéramos que realmente se escondía detrás del mundo visible un universo de hechizos y escobas voladoras.
Desde este, hasta el tercer libro, se sucedieron aventuras acordes. Nosotros crecíamos, y asimismo lo hacía el joven mago. Incluso cuando él debía empezar a escoger entre asignaturas en la escuela, a nosotros nos pasaba lo mismo. Los problemas que le ocurrían; excluyendo sus enfrentamientos contra el señor oscuro, eran problemas que nos podían ocurrir. Se encontraba en todo el libro referencia a conceptos tan cotidianos como tener que hacer los deberes, pequeños grupos de amigos, y pequeñas peleas que, releyéndolas, no son mas que peleas de niños. Nuestra aventura no había hecho nada mas que empezar.
Harry siguió creciendo. El próximo recuerdo mas o menos “vivo” y claro que tengo fue de la estrena del último libro. Estaba yo en Francia, trabajando. Mi último verano antes de la universidad. Y yo, viviendo mis días libremente allí en casa de una amiga, le pedí corriendo que me llevara al pueblo mas cercano porqué quería hacer unas compras.
Cual fue mi sorpresa cuando pasé por delante de una librería y allí estaba. Justamente aquel día había salido (en inglés, obviamente), y no dudé un segundo en comprármelo. Fue, por suerte, después de haber hecho las otras compras; porqué si no habría sido incapaz de seguir con ellas. No tuve otra alternativa: me senté en un banco y empecé a leer. Pasaron aproximadamente 4 horas y ni me di cuenta que se habían olvidado completamente de recogerme. Los padres de mi amiga, que eran los que se suponía debían recogerme, no se cansaron de disculparse. Ni les presté atención. Llevaba aproximadamente la mitad del libro, y había sido casi una molestia mas que un favor el hecho de que me hubieran recogido. No hace falta decir mas: aquella noche no dormí y me acabé el libro.
Si Harry Potter hubiera sido un miembro de “los cinco”, nunca se me habría ocurrido comprar el libro y hacer lo mismo. Habrían sido mas aventuras infantiles, como las que protagonizaban las primeras entregas de la saga. Pero, como ya sabéis, no lo eran; ni de lejos. De hecho, el último libro se aleja tanto de los primeros libros, que cambiando los nombres de los protagonistas sería difícil relacionarlos excluyendo el entorno en el que están. Oscuridad; muertes, desafíos mucho mas temibles y el enfrentarse a cambiar el mundo. Harry había dejado ya Hogwarts (coincidiendo en cierta manera con mi paso a la Universidad), y se estaba dedicando a hacer lo que el creía correcto. Tensiones, amores, y obviamente el desenlace de toda la historia. Una vez mas, y como había ocurrido con las seis entregas anteriores, me sentí completamente identificado con todo lo que le pasaba por la cabeza al “elegido”. Sentí ira cuando el sentía ira. Sentí pasión cuando el sentía pasión . Por mi cabeza pasaban reflexiones parecidas sobre el porvenir de mi vida; del mundo, y sobre lo que debía hacer en el futuro.
Harry Potter es la novela que mas se parece a la historia interminable de Michael Ende. En sentido literal; obviamente. Fue una historia que, aunque no durará eternamente como tal (pocas cosas lo hacen: probablemente, nada), sí duró casi 10 años. Harry creció conmigo. Nunca me cuestioné si me había hecho grande para sus libros. Simplemente se adaptaron a mis experiencias, y a las de miles de otras personas que tenían mi edad. Somos una generación afortunada: una de las pocas que ha sido capaz de crecer al lado de un libro. Todos los fans de los que hablo hemos tenido un alter-ego constante; un mundo de fantasía que sabíamos no se iba a quedar estancado en el pasado sino que iba a evolucionar con nosotros.
Por eso Harry Potter nos emociona tanto a todos.
Porque todos pudimos traspasar nuestra imaginación a un mundo que crecía con nosotros.
Porque todos soñamos con el; y pudimos hacerlo sin parar durante tanto tiempo.
Porque todos somos en cierta parte una pequeña parte de Potter.
Y ahora sí; buenas noches a todos. Son las cinco y va siendo hora de irse a la cama.
Hasta la próxima!