sábado, 5 de diciembre de 2009

La importancia de no ser hipócrita.



La universidad de la hipocresía.


Entro cada día a clase, y el tema siempre es el mismo: el dinero. Lógico, obviamente: mi carrera no es otra que administración y dirección de empresas. Pero, llega un punto, en el que pasarte el día hablando constantemente de como ganar dinero, como gastar dinero, como conseguir dinero, como vender, comprar, o crear dinero, acaba desgastando tu tolerancia hacia las acciones que ves a tu alrededor.

lunes, 16 de noviembre de 2009

El poder de la fantasía



El poder de la fantasía.


Ayer reflexioné sobre algo bastante curioso. Mientras comía, solo, un plato pre-congelado de comida tailandesa, encendí la tele para ver si había suerte y encontraba algo con un mínimo de interés...

sábado, 7 de noviembre de 2009

La chispa del tiempo.



“Imagínate el tiempo como una cuerda. Fuerte, y gruesa; con miles de pequeños hilos formados asimismo por miles de pequeños átomos y partículas subatomicas. Nosotros reseguimos la cuerda, inconscientes de que se avecina; sin poder apartarnos de su camino. Escogiendo el hilo que se nos ha sido asignado, formamos juntos la gruesa cuerda del destino.

viernes, 16 de octubre de 2009

Comprensión.


Me permito un pequeño break de las aventuras en francia (que llegarán pronto) y aquí os dejo una pequeña reflexión de las mías...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Côte d'Azur: Dia 3.



Día 3.
Una vez mas, nos despertamos resacosos y sin haber dormido mucho por culpa del check-out. No hay mucho a explicar de aquella mañana; simplemente seguimos un poco la rutina de ir a comprar desayuno; despejarnos un poco e ir a investigar en busca de playas por la costa. Decidimos, esta vez, investigar por la costa mas cercana a Montecarlo; con la intención inicial de acabar visitándolo ese mismo día. Horas mas tarde la fortuna nos negó la posibilidad; pero igualmente arrancamos en esa dirección intentando tener mas suerte con la búsqueda de playas; y sobretodo, con la búsqueda de aparcamiento.


Aunque no tuvimos tanta mala suerte como el otro día con el pueblo que os comenté fuimos a visitar; Theoule sur mer, tampoco nos dejó sorprendidos la playa en la que decidimos quedarnos. Podríamos quizá haber buscado durante mas tiempo, pero la verdad nuestros cuerpos estaban saturados de alcohol y cansancio y la prioridad en aquel momento era estirarse en la playa; aunque fuera de piedras pequeñas, y bañarnos para despejar un poco nuestras mentes. No obstante, la playa en sí no estaba del todo mal y el agua infinitamente mejor que la del pueblucho ese que fuimos a visitar.


Aunque Andreu había sido considerado hasta entonces como un simple y buen amigo; en aquel momento y durante una hora mas o menos se convirtió en una criatura divina venida de los paraísos celestiales cuando sacó de su bolsa de la compra del desayuno un melón. Ya sabíamos que lo había comprado; pero uno no se daba cuenta de la importancia de un objeto tan digno de mi devoción como lo era aquel jugoso y suculento melón. Partido a medias; pues por algún misterioso motivo ni Marta ni Oscar quisieron saborearlo, dulcificamos Andreu y yo nuestros paladares con ambrosía en forma casi líquida. La lástima es tener que decir que mas tarde profanaríamos el objeto de nuestras plegarias cuando, una vez terminado, nos pusiéramos la piel del melón por la cabeza en cortés símbolo de respeto a la religión judía y su tradicional kipá. Fue de hecho una divertida investigación sobre las múltiples y variadas funciones de la piel de un melón una vez acabado; pues nos sirvió de cuenco para tirarnos agua por la cabeza en forma de ducha, balón de rugby y el susodicho y práctico uso de sombrero.


Aunque, injustamente, le estoy regalando demasiadas líneas a una anécdota tan banal como es la del melón cuando realmente la que se merece toda la atención de la mañana es la que vino a continuación.


Se podría contar de muchas maneras; pero sin duda alguna la mas divertida es la que empieza desde el punto de vista de Óscar. Pues estaba él felizmente nadando solitariamente en el agua; mientras los otros tres tomábamos el sol plácidamente al lado del agua, cuando se vio inmerso en una gigante ola que él encontró mayor de lo que las olas habían sido anteriormente. Mucho mayor, de hecho. Tanto, que le causo felicidad y le hizo regocijarse alrededor de la ola, y jugar con ella, y girarse y mirarnos para tentarnos a que fuéramos a pasarnos-lo tan bien como el. Y así, el creyó, cuando el se giró ya me estaba yo anticipando a sus pensamientos pues el pensó me estaba alzando para dirigirme felizmente a disfrutar de tan apasionantes olas. Nada mas lejos de la verdad. Yo creo por aquel entonces ya debía parecer obvio, me había levantado porque veía lo que se avecinaba y corrí a poner a salvo, los siguientes objetos en orden de importancia:


1- Las llaves del coche.
2- Mi toalla
3- Yo.


Por algún motivo en ese momento olvidé completamente que yo normalmente camino por el mundo con zapatos; y los abandoné al acecho del mar, que no dudó en tragárselos segundos mas tarde. Vino Andreu corriendo a darme las gracias pues daba la casualidad que las llaves del coche las había guardado en su riñonera; y daba la casualidad que allí dentro se encontraban casi todos los móviles y objetos electrónicos del grupo. Así pues, por potra; y sin intención alguna, fui el héroe del momento evitando que lo que estaba siendo un viaje de puta madre se convirtiera en una mierda; como mínimo durante un día.


No obstante, mientras todo esto ocurría Oscar tardaba en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Pero, llegado a un momento, lo entendió todo. Aunque era un poco tarde. Salió disparado hacia la playa para poner él también sus cosas a salvo. Las olas con las que tan bien se lo estaba pasando decidieron que el no debía llegar y le metieron una ostia santo padre por toda la playa, que no estaba formada por arena fina exactamente. Señores guijarros se encontraban allí. Adolorido y entumecido el pobre, salió cojeando y quejándose sacando sus empapadas prendas de ropa y toalla mientras yo me acordaba con espanto de mis zapatos y los extraía hechos mierda del agua.


No se alarmen ustedes. No fue un tsunami. Pero si fue suficiente para cubrir casi totalmente la pequeña playa en la que nos encontrábamos; y obligarnos a quedarnos allí un buen rato secando toda nuestra ropa; y empezando a secar nuestras toallas pues esas sí no se secarían del todo hasta pasados algunos días. Problemas de no disfrutar de una habitación de hotel.


Una vez tuvimos toda nuestra ropa seca, decidimos ir a comer. Viendo la hora y el sitio donde nos encontramos, decidimos que lo mas fácil sería ir, una vez mas, al fast food mas cercano que viéramos. Por suerte, o por desgracia, Marta y Andreu recordaban haber visto un cartel de estos que indican la proximidad de un McDonalds; aunque en este caso no la indicaba de un McDo si no de un “Quick”, el sucedáneo basura del McDonalds en Francia. Eso era una ilusión óptica. Un miraje, como los del desierto. Ese cartel nunca existió. Nos guió la memoria estúpidamente hasta Nice otra vez; y el gps fue incapaz de recibir señal hasta bien entrados en la gran ciudad. Allí, ya nos era innecesario pues es evidente que ya nos conocíamos el emplazamiento de los fast foods de por allí. Pero ese no era el problema. El problema era que no existía una sola plaza de parking en toda la ciudad. Ni una. Media hora estuvimos buscando parking, media hora de fracasos, de nervios, de histerismo, de ganas de asesinar a todos los hijos de puta que veías aparcando por las aceras. Media hora que se alargó casi hasta la hora. Momento en el que decidimos abandonar la ciudad y ir a las afueras; a otro Quick. Tardamos mucho mas de lo que un ser humano debería gastar para encontrar uno de esos restaurantes. Pero lo hicimos igualmente. Salimos de la ciudad, nos metimos en la zona mas cutre y fea de la zona y encontramos un Quick. Debían ser ya casi las 4 de la tarde. Pero estábamos muertos de hambre. No importaba si el Quick ese era bueno o no, pensamos. El hambre lo compensaba todo.


Ese fue nuestro segundo, tercero, o quizás cuarto error del día. Por mucha hambre que uno tenga, nada puede camuflar lo asqueroso y vomitivo que es el Quick. Pan de hot dog barato; parmesano podrido y hamburguesa, esa sí, de carne de rata, formaban la hamburguesa mas vomitiva que he probado en mi vida. Por algún motivo, la campaña publicitaria de Quick se basaba en vender dos hamburguesas unidas por el centro; unidas por un pequeño trocito de pan. ¿Que sentido tenia hacer esa gilipollez si igualmente ibas a separarlas antes de comértela? Malditos franceses y sus ideas estúpidas.


Salimos medio cabreados, aunque saciados, de esa maldita ratonera. Pero no íbamos a dejar que el mal humor nos jodiera la tarde. Teníamos muchas ganas de fiesta, y no íbamos a dejar que una hamburguesa rancia nos truncara los planes. Ésa fue la noche que no dormimos en ningún hostal sino que acabamos durmiendo a medias entre la playa y el coche. Sabiendo que ese era nuestro destino, nuestro primer objetivo fue encontrar plaza de parking en la ciudad; en la maldita ciudad de Nice.


Llevo tiempo ya diciendo que fue un viaje marcado por la suerte. Una de ellas fue esa noche. Por pura casualidad; por puro azar encontramos parking en el sitio perfecto. Al lado de la zona de fiesta; al lado de la playa; en el medio de la ciudad. Fue en ese sitio donde montamos nuestro tenderete gitano. Con las toallas mojadas colgando del árbol; con los cubatas preparados y la música a tope, los lujosos coches de la ciudad pasaban por la calle mirándonos con escepticismo. Pero nos miraban con escepticismo pues sabían que nunca en su vida, por mucha pasta que tuvieran, podrían disfrutar de un momento como el que estábamos disfrutando.


Nuestra primera prioridad fue encontrar hielo, como cada noche. No fue difícil. Cualquier bar te daba un poco gratis. Y con ese hielo empezamos a preparar nuestros sagrados cubatas; los que nos iban a volver locos esa noche. No tardamos en andar en el puntillo. Entremedio pasaron muchas historias, mucha vida que realmente no se como contar en este blog. Y, viendo como la entrada se está alargando, voy a resumir hasta el punto en el que decidimos ya salir de fiesta. Como siempre, siendo un bebedor más rápido que los demás, les llevaba ventaja a todos los del grupo. Les instigué a ir corriendo a vivir la noche loca de la ciudad. No fue muy difícil convencerlos. Llegamos a una plaza desconocida. Unos chicos locales con pinta sospechosa nos ofrecieron comprar hash. Refusamos, por su dudoso aspecto y su muy posible colaboración con la policía. Decidimos entrar en un local cercano que no prometía mucho. Una vez dentro, descubrimos que las apariencias engañaban. Por primera vez en todo el viaje, encontramos un sitio con buena música comercial, ambiente de discoteca y fiesta en palabras mayores. Por fin nos encontrábamos en nuestra salsa; en la salsa española. Y no éramos los únicos; pues allí dentro concímos un grupo de españoles que se encontraban en la ciudad de erasmus. Aunque ligeramente infantiles, eran buena gente y compartimos con ellos buena parte de la noche. La música, bastante buena, nos nubló los sentimientos hasta que cerraron el local.


En ese momento, era hora de ir al local que en el anterior capítulo califiqué como after hours. Eran aproximadamente las dos y media; pero como ya dije, según el patrón francés era ya hora de ir al sitio donde los locales mataban la noche. Descubrimos que en el sitio donde fuimos (si su memoria no les falla, recordarán que se llamaba pompei), se encontraba el mismo DJ que en el local anterior; aunque en ese caso cantando y colaborando en un grupo de música que, aunque peor que el del grupo anterior en el bar irlandés, no lo hacían del todo mal. Pasamos allí la noche, bailando mas música y disfrutando de la noche como hacía tiempo que no lo hacíamos. Muchas historias, que mi mente no recuerda del todo, pasaron en ese local, muchos ligues de Óscar y Marta, que mi turbada mente distorsionan. Acabamos la noche una vez mas en la playa; bañándonos y disfrutando de la vida en forma líquida, en forma de fría y refrescante agua salada. Puesto que teníamos el coche al lado, no hubo pateada hasta nuestro hotel y pudimos alargar la noche hasta que nos encontráramos completamente exhaustos y no pudiéramos mas con nuestras almas. Una gran noche sin duda, que empezaría el próximo día de una manera curiosa.


Aunque eso, mis amigos, ya pertenece al próximo día.


Y aunque no haya contado en ese día la teoría de los páibons y móngols; no se preocupen... tarde o temprano caerá por su propio peso.


¡Hasta el próximo día; y disculpen el retraso!

martes, 15 de septiembre de 2009

Côte d'Azur: Dia 2.


Obligados por el temprano y hijo de puta check-out de los hoteles en general, nos levantamos, algunos aún con la sensación de ir borrachos, a las 11 de la mañana. Fue entonces cuando descubrimos dos divertidas melodías que nos acompañarían durante todo el viaje: la del despertador de Marta y la del despertador de Óscar. Inexplicablemente, en un viaje donde nos encontrábamos tan solo 3 personas, dos de ellas poseían móviles con NANAS PARA DORMIR puestas en modo despertador. Era mas o menos como despertarse con el “duermete niño, duermete ya”, aunque irónicamente el sistema funcionaba. Era totalmente ineficaz la primera vez (ni la oías); seguía siéndolo a la segunda (ya estabas despierto pero no te preocupaba), pero por allí alrededor de la quinta empezabas a tener ganas de levantarte, destrozar el móvil y a continuación asesinar a los propietarios de los malditos móviles.

Como afortunadamente nadie fue asesinado esa mañana (ni, creo recordar, ninguna de las siguientes), fuimos capaces de levantarnos, ducharnos, hacer las maletas, limpiar (un poquitín) la mierda de la habitación y arrancar el coche, para salir a la búsqueda de alguna playa de esas típicas que ves en los pósteres de las oficinas de turismo o agencias de viaje. Sí, efectivamente; todos habíamos olvidado el hecho de que nos encontrábamos en Francia, y no en las islas Maldivas. Así, con esa ilusión óptica en nuestras cabezas, empezamos a circular por la ciudad, intentando encontrar sin éxito la salida. Por azar, o mas bien dicho y sin tantas finuras; por pura potra, nos encontramos en la cima de un montecito situado en lo que creo sería la parte sur-este de la ciudad, desde donde pudimos observar toda la ciudad (considerablemente bonita, todo hay que decirlo), y la preciosa aunque masificada costa. Desde aquel punto, pusimos como prioridad encontrar un super o un paki para proveernos de desayuno: galletas príncipe, piezas de fruta, zumo de piña y algún otro producto aleatorio. Fue, de hecho, en el mismo lugar donde compramos nuestro frugal desayuno donde le preguntamos al dependiente a qué playa podíamos ir que estuviera bien alrededor de la zona. El hijo de puta; por estupidez, desconocimiento, o para putear, nos recomendó ir a la hasta entonces desconocida para nosotros “Theoule sur mer”. Pueblo también llamado, Theoule sobre mierda. Y no, no es una broma fácil. Después de media hora conduciendo hasta allí; y despues de otra media hora para conseguir aparcar, nos fijamos en el sitio en el que nos encontrábamos. A primera vista, tenia buena pinta: Una cala preciosa, sin estar exageradamente masificada, y sin grandes bloques de hormigón por medio. Incluso el agua parecía cristalina y se asemejaba a la de los pósteres comentados anteriormente. Y digo se asemejaba, porque esto es lo mejor que puedes decir de ella: que se “asemejaba” a aguas paradisíacas; porque de paradisíaca aquella agua tenia lo que Mónaco de pobre. Una vez en la playa, preparados para bañarnos, descubrimos que los quinientos yates que estaban estacionados en aquella cala, efectivamente funcionaban con gasolina o parecidos; y que efectivamente dicha gasolina o parecidos hacían que el agua fuera un divertido pozo de mierda.

Tomamos el sol, nos tranquilizamos y decidimos que lo mejor sería salir ya dirección Nice, parando a comer por el camino. Total, la ciudad solo estaba a unos 30 kilómetros y así llegaríamos a tiempo para preguntar en la oficina de turismo y enterarnos un poco mas de qué iba la ciudad. No es ni necesario decir que el sitio donde paramos a comer fue otra vez McDonalds... Creo recordar que con Óscar al volante, entramos en Nice y nos maravillamos con la avenida costera; avenida que mas tarde nos volvería a impresionar una vez fuera de noche. Ya empezamos a avistar el lujo de la costa; con los primeros hoteles y casinos de lujo y los primeros ferraris, aston martins y otros coches modestos paseando por la zona. Buscamos la oficina de turismo, encontramos otro hotel perfecto (aún mas barato, al lado de la estación y relativamente cerca de la zona de fiesta), y nos fuimos a bañar a la playa de la ciudad; playa que estaba sorprendentemente limpia, azul y bonita. Probablemente debido al hecho de que el puerto estaba bastante alejado del sitio. Disfrutamos del agua durante una media hora; y mientras tanto nos divertimos observando como un chico se iba “poniendo” nervioso por culpa de su novia, un páibon en toda regla, que ni se inmutaba y contemplaba como su pareja le decía a gritos silenciosos que necesitaba un polvo en aquel mismo momento. La chica, por pasividad o por comprensión de que se encontraban en medio de la playa, no encontró apropiado bajarle el bañador al chico y empezar a jugar así que el hombre siguió sudando la gota gorda y buscando posiciones imposibles para que sus vergüenzas quedaran disimuladas. Tarea nada fácil, todo hay que decirlo.

Así pues, media hora mas tarde fuimos a buscar el hotel, a instalarlos y a descansar mas o menos hasta que tuviéramos un poco de hambre y fuéramos a buscar a Andreu. Un poco cansado de pan bimbo y hamburguesas pútridas, decidí bajar a la calle a buscar a ver si encontraba una pizzeria barata cerca de nuestro hotel. Una vez abajo, justo en la calle de enfrente encontré una que cumplía los requisitos de cutre y tirada y hice señas a Marta y Oscar, que estaban en el balcón; (efectivamente, nuestra habitación tenía balcón) para que bajaran. Por motivos en un principio desconocidos, por dos pizzas que nos deberían haber costado 14 euros nos acabaron cobrando únicamente 10, hecho que nos dejó perturbados, hasta que mas tarde descubrimos que muy probablemente lo hicieron para que no nos enfadáramos con lo pésimas que eran las pizzas. Asi pues, saciados y preparados para empezar a beber, empezamos a darle a la botella, alertados como estábamos de que la fiesta allí empezaba muy pronto y que cuando fuéramos a buscar a Andreu, que llegaba a las 00:08 o algo así, ya debíamos que estar medio borrachos.

No lo conseguimos del todo, pero no pasó nada porque igualmente teníamos que esperar a que Andreu cogiera el ritmo. Afortunadamente lo cogió rápido, y todo el grupo se tonificó apropiadamente para la fiesta. Cerveza en mano empezamos a caminar en dirección a el barrio que se suponía debía estar animado. Hay que decir, que cuando llegamos al sitio el panorama era desolador: nadie por las calles; ningún local abierto y casi encontramos también las típicas plantas bola de las películas del oeste. Fue una ilusión óptica; pues al girar la esquina empezamos a encontrar gente; y a sociabilizar un poco antes de entrar en ningún local. Esto causó discrepancias en el grupo porque mientras todos queríamos ir a sociabilizar dentro de un bar con, creo recordar, un grupo de venezolanos o algo así, (en estos puntos del viaje es cuando mi memoria falla mas... ya pueden imaginarse porqué), Óscar quería ir a sociabilizar con una chavala que se paseaba por allí fuera con otro grupo de amigos; grupo de amigos sin amigas y donde todos los tíos parecían que fueran los novios de la pava esa viendo como la trataban. Visto el panorama, insistimos en entrar en ese sitio, Óscar cedió cabreado; con un poco de razón el pobre pues cuando ya nos decidimos ya era demasiado tarde y no pudimos entrar en el local.

Así que salimos disparados a atrapar el grupo de la chavala con el jersey de rayas; y llegamos al sitio donde tenían planeado ir. A estas alturas ya debían ser alrededor de las 2 o las 3; no estoy seguro; y como es normal allí, ya era demasiado tarde para que nos dejaran entrar también en este local. Mas tarde, en el día siguiente, descubriríamos que ese local donde intentamos entrar (Pompei o algo así), era considerado el “after hours” del lugar y sería el sitio donde básicamente acabaríamos todas las noches de Nice antes de ir a bañarnos a la playa. Así pues seguimos deambulando hasta encontrar un pub irlandés, (benditos pubs irlandeses), con música (buenísima) en directo; tocando The Police y parecidos, con billares; con white russians, con cerveza, con páibons y con frikis de los que reírse. ¿Que mas puede pedir un hombre de un bar? Quizás una cosa mas. Y por suerte, se encuentra en todos los pubs irlandeses: ¡¡Guiness!! Matamos la noche allí, en medio de risas, historias que no recuerdo y bastante alcohol y nos dirigimos ya para cerrarla del todo a la playa; donde hicimos quizá el mejor baño nocturno de todas nuestras vidas. Quizás por la temperatura; o quizás porque íbamos en el punto perfecto de borrachera, o dios sabe bien porqué; pero fue perfecto.

Después de esto, ya no quedaba nada mas que hacer aquella noche. Lo último que recuerdo del camino de vuelta al hotel fue a mi y a Andreu llamando a Oriol; aproximadamente a las 5-6 de la madrugada, para que nos confirmara si en el dibujo de la tapa de “Asterix i els Normands” salían Asterix y Obelix comiendo un queso dentro de una caja fuerte. Yo insistía que éste dibujo pertenecía a Asterix a Bèlgica, pero Andreu se negó a darme la razón y tuvimos que contrastar hipótesis con una tercera persona neutra. Aunque resulta que a la tercera persona neutra no le hizo mucha gracia que la despertaramos a unas horas tan intempestivas y se negó rotundamente a darnos una respuesta. Muy decepcionante.
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Y en el día 3, empezarán a surgir las grandes teorías del viaje, como la de los páibons y móngols... No os prometo que la acabe mañana porque me estoy dando cuenta que estas historias lleva su tiempo recordarlas y escribirlas, pero si prometo colgarla pronto ^^.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Côte d'Azur: Dia 1.



Teniendo tantas cosas sobre las que hablar de este viaje; lo mas complicado aparece a la hora de empezar. ¿Con que anécdota empiezo? ¿Como hago que se vivan de la misma manera que las vivimos nosotros entre lágrimas de risa? Es imposible. A vosotros, palabras tan simples como “carbonara” o “Quick” no os hacen venir nada a la cabeza. Mi objetivo, en general, es que al final de este texto también o hagan gracia cuando las escuchéis. Así pues, no hay manera mas fácil que pasar por encima de nuestro viaje en forma de diario; en forma de ir viendo lo que fuimos haciendo poco a poco. Prepárense; ¡es hora de escribir a lo Jack Kerouak!



Día 1.



Como todo en el mundo, la cosa empieza tranquila, emocionante, y con un poco de sueño por salir tempranito por la mañana. Maletas cargadas, con nuestro (único) CD de música puesto y el depósito lleno de gasoil (y no gasolina, esta vez), Oscar y yo empezamos nuestro viaje yendo a buscar a Marta a un pueblo que nuestro GPS o ignora que existe, o imagina de una manera completamente diferente a la que es. Después de deducir que nuestro simpatiquito amigo electrónico se ha vuelto imbécil, encontramos por casualidad la calle de su casa y esperamos pacientemente a que cargue una bolsa de esas que supuestamente mantienen los alimentos frescos (hecho que pondremos a prueba durante el viaje) con fruta. Una vez preparados, arrancamos, compramos alcohol y tabaco (avisados por la intuición de que es muy probable que en Francia sea absurdamente caro) y empezamos el largo viaje hasta la versión multimillonaria francesa de la costa brava.



En un viaje que estará marcado por la buena suerte, las cosas no empiezan de tal manera. Llegados a la frontera, salta un comentario aleatorio entre el grupo... “¿Hoy no será operación retorno de los franceses de la costa española a su casita no?” No, que va. De los franceses no. De los franceses, italianos, rusos, polacos, holandeses y hasta Chinos debía haber en la maldita autopista. Los pintorescos personajes de los coches a nuestro alrededor nos entretuvieron durante quizás la primera hora, pero pronto se volvieron monótonos. Cabe, no obstante, destacar algunos de los que vimos, como el Heavy con camisa de tirantes, músculos de gimnasia, calvo y con barba larga (es decir, el estereotipo) conduciendo un coche familiar con dos niños la mar de normales y una mujer florero a su lado.



Un viaje que iba a durar unas siete horas aproximadamente se convirtió en aproximadamente una odisea de 12 horas. Para recargar fuerzas, paramos a comer en el que se convertiría en nuestro restaurante-buque insignia: chez messieur Mc'Donalds. Oscar, muy sorprendido (o muy hambriento) nos hizo notar que era el Mc'Donalds mas guapo que había visto en su vida. Ante nuestras miradas escépticas, intentamos deducir qué era exactamente lo que le otorgaba un título tan rimbombante. Ninguno de nosotros encontró el motivo, aunque felizmente le dimos la razón para que el pobre estuviera satisfecho. Informamos a Andreu de lo excitados que estábamos por el viaje via facebook con el móvil y arrancamos, escuchando super emocionados canciones que mas tarde odiaríamos por haberlas escuchado 100 veces cada una. Hay que decir también que le tocó conducir durante unas cuantas horas a Oscar, pues no soporto conducir después de comer; y menos si es bazofia como la del McDonalds. De hecho, segundos después de comerme la hamburguesa juré a dios (y lo puse por testigo) que nunca mas volvería a comer del McDonalds y que si hacia falta, antes pasaría hambre. Sería el primero de aproximadamente 20 juramentos idénticos que hice a lo largo del viaje: todos fallidos.



Llegamos unas muchas horas mas tarde a Cannes. Cerramos el GPS, pues ya no nos servía, y entré conduciendo escogiendo calles “a la babalá” para ver hacia donde nos llevaba el coche. Ahí entro nuestra suerte en juego, pues de manera bastante absurda la primera calle que cogí nos llevó directamente hasta la estación de tren; lugar donde se reunían todos los hostales y hoteles baratos; lugar a 10 minutos del puerto y la costa y a 10 minutos de la zona de fiestas. Increíblemente, encontramos aparcamiento en la única plaza delante del hotel mas barato y ruinoso que había en la ciudad. Subimos para alquilar una habitación; y siguiendo al pobre encargado (hombre necesitado con urgencia de una ducha / baño / desodorante / camisa nueva) nos mostró la habitación. Dos camas de matrimonio, baño, mesita de noche, ventana, televisión.... y... ¡AIRE ACONDICIONADO!. El tugurio mas cutre de la ciudad y tenía aire acondicionado de calidad y que funcionaba. Increíble.



Nos duchamos, aseamos, preparamos, comimos algo (donde algo puede substituirse por pam bimbo con fuet y fruta podrida de marta, o kebab de un paki que se encontraba justo debajo nuestro hotel) y salimos Oscar y yo a comprar hielo para las bebidas. Fue entonces cuando descubrimos que el concepto “hielo para las bebidas” en francia no existe como tal en los supermercados; hecho que nos obligó a tener que entrar en un Pub irlandés para pedir un poco de hielo “por favor”. Una vez mas, y contra todo pronóstico, nos lo dieron felizmente, y gratis, y pudimos empezar a beber y a emocionarnos por el hecho de que nos encontráramos en Cannes. No obstante, nosotros, que seguíamos viviendo en horario español, no nos dimos cuenta que ya pasaban de las doce y que allí en Francia la fiesta estaba ya en su punto álgido, cuando nosotros aún estábamos empezando a calentar motores.



Salimos, demasiado tarde quizás para el sistema gabacho, y empezamos a buscar la fiesta alrededor de la ciudad. Una vez mas, y por casualidad, conseguimos llegar hasta el sitio que a primera vista parecía el mas guapo de toda la ciudad. No importó mucho, porque al llegar tan tarde, el sitio ya estaba a reventar y solo dejaban entrar a los conocidos o gente que estaba por lista. Fuimos, pues, a buscar fiesta por calles circundantes, y aunque la encontramos, la abandonamos rápidamente para hacer un breve regreso a nuestro apartamento y beber un poco mas: aquella iba a ser una noche larga y todos íbamos a necesitar un poco mas de alcohol.



Me gustaría tener muchas anécdotas que explicar de aquella noche; pero de entre todas fue quizás la mas común. Hablamos con un montón de gente desconocida por la calle, entramos en un montón de bares y pequeños bares-discoteca y en general empezamos a entrar en comunión con la fiesta francesa. Sin muchas locuras, y después de pasar por un bar donde había un barman practicando con una botella de plástico de una manera bastante habilidosa, nos dirigimos de vuelta al mega-lugar del principio a probar suerte. Después de volver a fracasar, Marta volvió de manera sabia al hotel a dormir, mientras Oscar y yo mirábamos que podíamos hacer. Después de intentar colarme, insultarme con unas chicas que había allí al lado, y decirle “listillo” a un chavalín medio gilipollas de la puerta, decidimos que había llegado la hora y volvimos Oscar y yo al hotel. Óbviamente despertamos a Marta; borrachos como íbamos; y óbviamente le contamos que se acababa de perder la mejor fiesta de nuestras vidas. Óbviamente no nos creyó, nos insultó, y nos instó a dormirnos. Óbviamente la ignoramos y seguimos tocándole los cojones durante unos 10 minutos, momento en el cual la cosa perdió la gracia y el sueño se apoderó de nuestras turbias y alcoholizadas mentes.



¡Mañana, el segundo día!


martes, 18 de agosto de 2009

Pájaro negro.




La agarra con fuerza. Acaricia suavemente su piel; tranquilizándola, mirándole a los ojos, sonriéndole Alex. Golpeándola con fuerza, la arroja contra la pared. Mira atónita, sangra, llora y desespera, Mirla con mirada penetrante. Alex ríe, tiembla, grita; está loco, piensa Mirla. Se levanta la hermosa chica, le tiemblan las piernas, le sangra el labio, le brillan los ojos, resplandece su piel gracias a la luz de la ventana. Insulta a Alex, ríe, ironiza, se mofa la musa, señala fuera de la ventana, se desploma, se pone a gritar Mirla.

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Mira a izquierda, mira a derecha. Mira la hora, mira al cielo, mira al infinito Pat. Espera, impacienta, reflexiona, sospecha el detective. Pasa un hombre. Gabardina, negra; de cine negro. Sombrero, acorde al juego, corbata de colores, puro en mano, probablemente con una arma en la otra. Se baja el sombrero, mete la mano en el bolsillo interior, pisa fuerte, se moja los mocasines; preocupa al investigador, le incita a reaccionar, lo tranquiliza sacando un sobre. Hace gestos suaves; toma precauciones, sonríe la parte de boca que se le ve. Hace un paso y tres cuartos hacia delante, mueve la mano con firmeza, entrega el sobre; recibe Pat tembloroso, pide un cigarrillo; risas, le da un puro a cambio la gabardina y en segundos desaparece por la esquina anterior.

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- Tiene trece minutos – Repite.
- No se el sitio – Responde.
- Salga por esta puerta en quince segundos. Siga las instrucciones. No pise rápido, no pise lento. - - Todo saldrá bien. – Tranquiliza.
- N... Nunca he hecho e...esto. – Balbucea.
- Diez segundos – Se limita a reafirmar.
- ¿No podría darme alguna otra indicación? – Inquiere.
- 6 segundos – Calla.
- ¿ES ESTO TODO LO QUE ME VA A DECIR!? – Alza la voz.
- No levante la voz. Dos segundos. – Acalla.
- Adiós – Finaliza lacónicamente.

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Baja a la calle, tropieza; llueve y no funcionan los fanales, se le nubla la vista a Mirla. Camina tambaleándose, se desploma, se golpea la cabeza; se mezclan gotas de agua y lágrimas, solloza la chica. La levantan guantes negros; humo de tabaco, olor a lluvia; confusión, fundido a negro y flash de luz cuando se abre la ventana.

- ¿Donde estoy? – Pregunta
- Esto no importa. Necesitaba ayuda. Cuando se recupere, se irá.
- E... Entiendo, entiendo. ¿Quién es usted?
- Esto no importa. Soy un hombre que se vio con la obligación de ayudarla. Cuando se recupere, se irá.
- No quisiera ser descortés, caballero. Agradezco su ayuda. Pero no tengo ni idea de que ha ocurrido, ni de donde estoy, ni de que está pasando. Un poco de información, valga mi agradecimiento por su atención ya merezca mi deuda, no me vendría mal.
- Como menos hable con usted mejor. Como menos hable con cualquier persona hoy, mejor. Estaba en mal estado. Alguien la pegó. Quién, tendrá que averiguarlo usted. Veo que se encuentra usted mucho mejor, señorita. Sin querer parecer en urgencia, debo pedirle que se vaya. Vino sin chaqueta. Tome una mía. Puede quedársela.

Agarra una chaqueta negra; larga, con olor a lavandería. Intenta ponérsela por encima de los hombros.

- Sigo confundida, aunque agradezco sus gestos. Espero recordar mejor todo lo que ocurrió mas tarde y poder agradecerle su ayuda mas intensamente. No obstante, me niego a aceptar su chaqueta como regalo.
- No es un regalo como tal. Usted necesita la chaqueta, yo no. No hay discusión al respecto, y me está usted haciendo hablar mas de lo que necesito. Le ruego, tómela.

Mira alrededor por primera vez; se turba al sentir fisgoneándose y vuelve a mirar al hombre con decisión.

- Voy a aceptar su chaqueta porque veo que no le estoy haciendo ningún favor, cuando usted me lo ha hecho a mi. No obstante, mañana a las doce del mediodía se la volveré a traer a usted; y en caso de no encontrarse, se la dejaré en la portería. Y de eso, por favor; y si desea seguir ahorrando palabras, no discuta, pues un caballero tan cortés como usted no podrá privarme salvo con violencia de que haga yo tal gesto.
- No se moleste pues en intentar llamar a mi puerta. Déjela en la portería. Y ahora apresúrese. El tiempo se me agota. Gracias y adiós, señorita.
- Adiós, caballero – Se despide Mirla; confundida, sorprendida, y adolorida.

Abre la puerta Sax, despide con urgencia a Mirla, cierra la puerta; se arrodilla, golpea el suelo, maldice; llora y se insulta a si mismo; se arrepiente y jura; jura; jura.
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La primera de unos cuantos uploads que van a formar una historia. Aunque ya la tenga pensada, voy a escribir los capítulos como siempre lo hago; rápido, tal como me salen de la cabeza y de golpe. Espero que disfrutéis y no me salga demasiado mala la mini novela ^^.

viernes, 14 de agosto de 2009

¿Y si...?



Tengo una gran fortuna. Que viene compensada por un gran infortunio.
Tengo la suerte de ser hábil realizando las tareas que se me encomiendan. Si me aplico; si trabajo duro; no acostumbro a tener dificultades para sacar cosas adelante. Trabajo, deportes, ocio, y parecidos. Aunque a veces no salga del todo bien; acostumbra a ser porque no me he aplicado. Pero incluso en esas situaciones, acostumbro a autoreconfortarme diciéndome que si me aplicara un poco mas, saldría bien. En general acostumbra a ser cierto; sin ánimo de presumir de mis cualidades.



Pero esto viene acompañado de un azote que no solo me castiga a mi; sino que podría decir comparto con mi hermano en gran medida; y en cierta medida con los dos. Y este no es otro que mi gran dificultad y ineptitud para escoger entre diferentes caminos. Las cosas que tengo claras; claras las tengo y en ellas trabajo duro (o lo intento) para sacarlas adelante. Pero cuando se presentan bifurcaciones, tiendo a dudar mucho mas de lo necesario; de lo recomendable, de lo bueno. Irónico, pues la carrera que he escogido depende en gran medida de el número de decisiones peliagudas acertadas que consiga sacar adelante. Pero mi carrera es también; en cierta parte, producto de mi incapacidad de decidirme por una en concreto. No lo duden: este problema es en considerable parte producto de una cierta cobardía.



Pero obviamente, y refiriéndome a lo que vengo dispuesto a hablar de; esto repercute muy negativamente en mis relaciones amorosas. Rodeado por intuiciones; corazonadas, reflexiones y conclusiones racionales, me veo bombardeado por posibles salidas; que aunque a veces apuntan claramente en una dirección, ésta siempre se ve vulnerada por el maldito y constante ¿Y si...? Harto estoy de plantearme esta pequeña interrogación. Impulsivo como soy en tantas cosas; ahí mi problema es que pienso demasiado las cosas. Incluso a veces se piensan que no las reflexiono, de lo callado que puedo llegar a estar; debido a que de tantas vueltas que le doy las conclusiones imposiblemente llegan a materializarse en explicaciones viables verbalmente.



Incluso cuando finalmente acabo tomando una decisión; el ¿Y si...? me sigue castigando posteriormente, mostrándome en imágenes o suposiciones de qué podría haber ocurrido por el otro camino. Por el otro camino, o por los otros 100; pues opciones hay mil y palabras aún mas. Incluso una vez tomado el camino adecuado; los fantasmas de los otros caminos no dejan de atormentarme, imposibilitándome el ser capaz de discernir si he hecho bien o no. Haya, o no, actuado correctamente, seguiré recordando que existió; hubo; estuvo presente, otra opción que hubiera llevado mi vida a otro universo posible.



Y los fantasmas de la otra vida me atormentan; me castigan. Me tientan con la suerte que podría; y podría no, haber tenido en la otra dimensión de mis pensamientos. Me tientan a arrepentirme. Me tientan a sentirme mal.



Y así, acabo viviendo los otros caminos, en mi mente, una y otra vez; recorriendo centenares de caminos a la vez; y aunque mi mente es capaz de recordarme “porqué” hice lo que hice; también me recuerda que hay otro mundo; que hubo otra dimensión; que existe un mundo paralelo; donde podría haber escogido la otra opción; y donde la otra opción podría haber sido la válida; y donde podría ser feliz sin preocuparme por ser, la opción que había escogido, la errónea.



Y en medio de este caos y castigo; no me queda mas que agarrarme al camino que por suerte o desdicha haya escogido; pues si empiezo a navegar perdido entre océanos de rutas de mi mente no podré volver a encontrar el camino de vuelta.



Pero siempre dicen, que los caminos siempre pueden volver a entrecruzarse; y siempre dicen que nada esta dicho; y que todo esta por decir; y que por suerte o por fortunas, quedan miles de decisiones por tomar.



Y habiendo escrito esto en 10 minutos; sin releerlo y sin repasar faltas ni ideas, aquí os entrego este torrente de explicación, que probablemente será la mejor excusa que os podré poner nunca a todos cuando os falle tomando decisiones.


martes, 21 de julio de 2009

Harry Potter



Aquí estoy: son las cuatro de la mañana. Mucho mas tarde de lo que debería ser, pero dada mi falta usual de sueño, he decidido hacer uno de mis planes favoritos: agarrar mi ahora bien limpia shisha y disfrutar de una buena película a través de mi ordenador. En este caso, Gran Torino.



Pero, llegado el final de la película; sigue sin llegar el sueño, y decidido a perder aún mas el tiempo en esta cálida noche de verano, voy a hablar sobre otra cosa que me ha ocurrido hoy; pues resulta que hoy fui al cine por segunda vez a ver la nueva película de Harry Potter. No porque tuviera ganas de verla otra vez; que tampoco se aleja mucho de la realidad; sino mas bien porque le prometí a mi madre que la vería con ella, y dado el caso que ya la había visto el día del estreno con mis amigos, no pude, ni quise, negarme a cumplir mi promesa.



Aunque no esperaba aburrirme en el cine; lo que realmente no esperaba era volverme a emocionar. La muerte de Dumbledore, las reminiscencias de la muerte de Sirius Black y todo lo que significaba el libro volvieron a arrancarme escalofríos. ¿Porqué? Harry Potter no es un mal libro. Escrito decentemente bien; sin exagerar aunque con una historia profundamente trabajada y apasionante, no es una saga que destaque por su calidad literaria.



¿Que hace que despierte tantas pasiones dentro nuestro? Para responder a esta pregunta, tengo que volver al día del estreno y a un hecho del cual me di cuenta entonces. Uno esperaría que de una novela considerablemente “infantil” o “adolescente” como algunos consideran Harry Potter, la mayoría de la gente en el estreno serían niños o familias con sus respectivos. Aunque por la segunda parte era considerablemente cierto, no por la primera. Me di cuenta que sin duda alguna la mía era la media de edad aproximada de la sala. Alrededor de los veinte; año arriba año abajo.



Y cuando uno ve esto, no es difícil deducirlo todo rápidamente: J.K.Rowling había hecho algo que me atrevería a calificar como único en el mundo de la literatura; o al menos, soy imposible de pensar en otro casi igual. Otros libros protagonistas de la infancia; como podrían ser “los cinco” o parecidos, tenían muchas entregas. Decenas de ellas. Infinitas aventuras en las que uno podía recrearse; y dejar ir tu imaginación. Pero todas llegaron a un año en nuestras vidas donde dejamos de identificarnos con los protagonistas; más que nada por edad. Todas estas sagas duraron 2, 3 años como mucho. Después; meramente podían ser vueltas a leer por el simple placer de rememorar los momentos de tiempos pasados que nos transmitían aquellas hojas.



No pasó lo mismo con Harry Potter. En mi caso, conocí a el único mago que quizás le ha robado el sitio a Merlin en popularidad mientras estaba en primaria. Cuarto, quinto o sexto, esto ya no lo recuerdo. Pero recuerdo conocer a un chico que estaba leyendo el libro; y que por una confusión de conceptos relacionados con la piedra filosofal, acabó recomendándomelo con el consiguiente apasionamiento por mi parte. Harry Potter era un niño que descubría un nuevo mundo mágico apasionante y descubría que él mismo contenía un poder en su interior que le permitía vivir aventuras únicas. Era fácil dejarse llevar por aquel mundo y sentirse identificado con aquel modesto chico que, en un día cualquiera, había llegado un poderoso brujo a su casa con una carta para darle la agradable sorpresa de que era un mago; y además, considerablemente famoso. Todos, secretamente, soñábamos con que nos pudiera ocurrir lo mismo y que de repente descubriéramos que realmente se escondía detrás del mundo visible un universo de hechizos y escobas voladoras.



Desde este, hasta el tercer libro, se sucedieron aventuras acordes. Nosotros crecíamos, y asimismo lo hacía el joven mago. Incluso cuando él debía empezar a escoger entre asignaturas en la escuela, a nosotros nos pasaba lo mismo. Los problemas que le ocurrían; excluyendo sus enfrentamientos contra el señor oscuro, eran problemas que nos podían ocurrir. Se encontraba en todo el libro referencia a conceptos tan cotidianos como tener que hacer los deberes, pequeños grupos de amigos, y pequeñas peleas que, releyéndolas, no son mas que peleas de niños. Nuestra aventura no había hecho nada mas que empezar.



Harry siguió creciendo. El próximo recuerdo mas o menos “vivo” y claro que tengo fue de la estrena del último libro. Estaba yo en Francia, trabajando. Mi último verano antes de la universidad. Y yo, viviendo mis días libremente allí en casa de una amiga, le pedí corriendo que me llevara al pueblo mas cercano porqué quería hacer unas compras.



Cual fue mi sorpresa cuando pasé por delante de una librería y allí estaba. Justamente aquel día había salido (en inglés, obviamente), y no dudé un segundo en comprármelo. Fue, por suerte, después de haber hecho las otras compras; porqué si no habría sido incapaz de seguir con ellas. No tuve otra alternativa: me senté en un banco y empecé a leer. Pasaron aproximadamente 4 horas y ni me di cuenta que se habían olvidado completamente de recogerme. Los padres de mi amiga, que eran los que se suponía debían recogerme, no se cansaron de disculparse. Ni les presté atención. Llevaba aproximadamente la mitad del libro, y había sido casi una molestia mas que un favor el hecho de que me hubieran recogido. No hace falta decir mas: aquella noche no dormí y me acabé el libro.



Si Harry Potter hubiera sido un miembro de “los cinco”, nunca se me habría ocurrido comprar el libro y hacer lo mismo. Habrían sido mas aventuras infantiles, como las que protagonizaban las primeras entregas de la saga. Pero, como ya sabéis, no lo eran; ni de lejos. De hecho, el último libro se aleja tanto de los primeros libros, que cambiando los nombres de los protagonistas sería difícil relacionarlos excluyendo el entorno en el que están. Oscuridad; muertes, desafíos mucho mas temibles y el enfrentarse a cambiar el mundo. Harry había dejado ya Hogwarts (coincidiendo en cierta manera con mi paso a la Universidad), y se estaba dedicando a hacer lo que el creía correcto. Tensiones, amores, y obviamente el desenlace de toda la historia. Una vez mas, y como había ocurrido con las seis entregas anteriores, me sentí completamente identificado con todo lo que le pasaba por la cabeza al “elegido”. Sentí ira cuando el sentía ira. Sentí pasión cuando el sentía pasión . Por mi cabeza pasaban reflexiones parecidas sobre el porvenir de mi vida; del mundo, y sobre lo que debía hacer en el futuro.



Harry Potter es la novela que mas se parece a la historia interminable de Michael Ende. En sentido literal; obviamente. Fue una historia que, aunque no durará eternamente como tal (pocas cosas lo hacen: probablemente, nada), sí duró casi 10 años. Harry creció conmigo. Nunca me cuestioné si me había hecho grande para sus libros. Simplemente se adaptaron a mis experiencias, y a las de miles de otras personas que tenían mi edad. Somos una generación afortunada: una de las pocas que ha sido capaz de crecer al lado de un libro. Todos los fans de los que hablo hemos tenido un alter-ego constante; un mundo de fantasía que sabíamos no se iba a quedar estancado en el pasado sino que iba a evolucionar con nosotros.



Por eso Harry Potter nos emociona tanto a todos.


Porque todos pudimos traspasar nuestra imaginación a un mundo que crecía con nosotros.



Porque todos soñamos con el; y pudimos hacerlo sin parar durante tanto tiempo.



Porque todos somos en cierta parte una pequeña parte de Potter.



Y ahora sí; buenas noches a todos. Son las cinco y va siendo hora de irse a la cama.



Hasta la próxima!


domingo, 5 de julio de 2009

Un santo cachondo.



“Va, va, va, Sant hilari y fill de puta qui no s'ho acabi!”



Cuantas veces me habrán gritado esta frase con una sonrisa picarona en la cara. Todos sabéis que quiere decir. Y los que no, es fácil de explicar: el grito se asemeja a un grito de guerra. Cuando se grita; todo hombre que se precie debe agarrar inmediatamente su vaso lleno de alcohol y, de una tirada y sin respirar, acabárselo enterito. No importa que te hubieras cargado demasiado el cubata. No importa que vayas hecho una mierda. No importa que hayas dicho “esta noche me controlo”. El grito de “Sant hilari” tiene el mismo efecto que el de Braveheart. Cualquiera de aquellos escoceses podría haberse echado para atrás. Pero estaba en juego su dignidad como hombres.



La misma situación se da con el santísimo Hilari; que me pregunto yo de donde coño sacó la santidad. ¿Era la versión borracha de Jesús? ¿En vez de multiplicar panes, multiplicaba cuba litros? Maldito borracho y su herencia religiosa. Pero, volviendo atrás, hay sin duda una gran similitud entre el discurso de Braveheart y el señor Hilari. Los dos ponen a prueba tu coraje; los dos parecen una buena idea una vez gritados; y llegado el final de la noche, la víctima de Hilari acaba igual que William Wallace: Con alguien misterioso (en un caso los ingleses; en el otro, la bebida ingerida) destripando tu barriga mientras gritas “LIBERTAAAAAAAAD”. Y no me hagan proseguir con la broma escatológica, pues los mas avispados ya lo habrán entendido.



Y todos, tarde o temprano, nos arrepentimos de haber hecho caso al imbécil que lo gritó en medio de la noche. Y como en todas partes cuecen habas; también en todas partes se da la ley de Murphy; y en ese caso la ley de Murphy actúa de una curiosa manera. Pues, como los delgaduchos y menos endurecidos en la bebida como yo hemos aprendido ya la lección, ya no acostumbramos a gritar “Sant hilaris”; o si lo hacemos; nos aseguramos de que nuestra bebida sea ligera o no vaya a causarnos grandes desperdicios. Y es por eso que; y ahí es donde participa Murphy junto con un poco de física básica y lógica pura; normalmente el que grita Sant Hilari es una persona que ha nacido inmune al efecto Sant Hilari y no es consciente del daño que puede causar.



Y no os penséis que el concepto de nacer inmune al efecto Sant Hilari tiene algo de místico o similar; que va. Es mas simple que preparar unos espaguetis: Basta con poseer un cuerpo de masa muscular superior a la socialmente aceptada. En otras palabras: Con ser un cachalote monstruoso basta.



Y como en casi todas las fiestas existen una o varias personas que responden, o se acercan, a la definición anterior, tarde o temprano acabará interviniendo una grave voz provocadora incitándote a consumir en escasos segundos lo que tu tenías previsto beber durante toda una apacible hora.



Y así pues, después de acabar peor que Amy Winehouse el pasado viernes, víctima de otro aficionado a los Sant Hilaris, decidí y me di cuenta de una gran verdad; pues aunque en un principio alguien pueda poner en duda tu masculinidad retándote a un Sant Hilari; mucho mas tarde durante la misma noche se te volverá a poner a prueba: y si en ese momento estás tumbado en una esquina echo una mierda bajo las miradas de desprecio de toda la gente que pasa; te advierto y aviso: Habrás fracasado.



Así pues; y para concluir este texto educativo, hazme caso: ignora todas las incitaciones a beber de golpe: los Sant Hilaris; los campeonatos de chupitos; los intentos de “recuperar tiempo” cuando llegas tarde a una fiesta, y parecidos; pues mas que beber mucho, lo que realmente te acaba jodiendo la noche son las prisas: las prisas por ser mas macho que los demás.


jueves, 28 de mayo de 2009

Bailando por el mundo.



Todos buscamos la felicidad. Buscamos la chispa que nos haga sonreír; la mirada, el gesto, el momento, el sentimiento que nos haga crispar de emoción y sentirnos completos; sentir que hemos conseguido algo; algo importante y que perdurará para siempre...


No se cuantas personas han conseguido alcanzar esta felicidad. Sólo se de una, que de bien seguro, lo ha conseguido; y en el camino, ha conseguido que millones de otras personas como yo compartamos sus momentos inolvidables; una filosofía, un sueño, y una idea brillante que llevó a cabo de una de las maneras mas bellas posibles.


No hablo de un gran salvador; o de un gran artista, o de Messi; que visto lo que pasó ayer, también podríamos calificarlo de felicidad en estado puro. Hablo, de nada mas y nada menos que de Matt Harding.



(Esperad a verlo cuando acabéis de leer el texto).


Aparentemente, un diseñador de videojuegos que; en un punto de su carrera; y cansado de crear videojuegos violentos y parecidos, decidió dejar el trabajo para gastar absolutamente todos sus ahorros en un épico viaje alrededor del mundo; a la par que se grababa a si mismo bailando en dichos lugares; a veces solo, y cada vez con más gente a su alrededor, creando un legado mágico de su viaje.


Podemos sacar muchas conclusiones del vídeo; casi todas poéticas. Podemos llegar a la conclusión de que en realidad no somos todos tan diferentes; desde los pigmeos africanos hasta los otakus japoneses; pasando por todos los bellísimos lugares que Matt visita. Podemos llegar también a la conclusión de que, a veces, hay que ser suficientemente valiente como para romper las cadenas de la rutina para emprender el viaje de tu vida... Y descubrimos también como una chispa de alegría puede prender fácilmente un fuego de baile alrededor de todas las personas que se encuentran con el en su odisea. Podríamos sacar infinitas conclusiones; todas ellas positivas, y todas ellas admirables.


Pero difícilmente podre yo escribir un texto que equipare en sentimiento a la paz y magia que me transmite el maravilloso vídeo de Matt (el cual no es el único que ha hecho, creo). Así pues, os voy a dejar las conclusiones a vosotros mismos, después de ver el vídeo, (aunque quizás algunos ya lo habréis visto), y os voy a dejar que organicéis vuestros propios sentimientos al respecto.


Disfrutad y comentad (¡con cabeza y opinión, claro esta!).

domingo, 10 de mayo de 2009

Iluminaciones.



“Cogito, ergo sum”


El objetivo de dicha afirmación era encontrar un axioma a partir del cual se pudiera construir toda una filosofía de pensamiento racional. Y ninguna persona sensata se atrevería nunca a desafiar tal axioma con probabilidades de éxito. Si pienso, soy. Puro como el agua cristalina.


Ya es conocida mi afición por Jack Kerouak (Y si no, podeis ver la primera entrada de este blog). Hace poco, empecé a leer otra de sus obras indispensables: Los vagabundos del dharma; del cual, una vez lo acabe, sin duda alguna haré una entrada al respecto. Como en “On the Road”; Jack Kerouak describe en esta ocasión un viaje considerablemente autobiográfico; mas esta vez centrado en una búsqueda mucho mas espiritual; profundizando en las enseñanzas de un conocido poeta budista americano (Gary Snyder) y su manera de ver la vida.


Como en todas las obras del escritor, uno se pone muy fácilmente en su sitio y no puede evitar reflexionar sobre el punto de vista que se le propone; y se ve excitado por la pasión con la que Jack relata sus periplos, y por sus alegorías al mas puro Carpe Diem. Así, una vez pasadas las primeras 50 páginas, es inevitable empezar a sentir curiosidad por las enseñanzas budistas y caminos espirituales generalmente desconocidos en la sociedad en la que vivimos.


Pero, una vez investigada el área, uno se da cuenta que como cualquier boddhisattva antes de convertirse en Buda, la verdad del budismo no se encuentra en libros, sino en la meditación y en la reflexión de lo que sentimos como vida dentro nuestro. Yo nunca le había dado ningún crédito al poder de la meditación. En realidad, nunca le había dado ningún crédito al budismo en general; mas allá del beneficio de la tolerancia y el respeto.


No me malinterpreten. No me he vuelto budista; y no comulgo con muchos de los pensamientos de tal corriente filosófica (pues es mas esto que una religión). No obstante, aprendí de sus enseñanzas (en las cuales no soy un erúdito ni mucho menos; solo un principiante emocionado como un niño con su primer juguete) la maravillosa arte de la meditación, y la llevé a cabo, y la saboreé en su máximo exponente. Y sentí como la vida entro en mí y vi la luz y tuve una iluminación, y me di cuenta de una verdad, tan axiomática como la de Descartes, y me regodeé en éxtasis ante tan emocionante descubrimiento.


Así, mientras contaba las respiraciones de mi pausada y maravillosa meditación, sentí como mi mente se relajaba y encontraba la paz y entraba en éxtasis. Al levantarme, la sala era otra. Los ruidos mas ligeros, mas suaves, de los rincones de mi habitación, eran tan intensos y agradables como el viento en la cara en un soleado día de primavera en la montaña. La felicidad inundaba mis pulmones, y cada aspiración era aire puro, viento azafranado, viento de aromas de flores, y cada respiración me hacía sentir vivo.


Y al momento supe que no era energía, ni nada mágico; sino que era la más simple consecuencia de la mas pura verdad que el hombre puede encontrar, pues mi mente estaba clara en ese momento y no tuve dudas de la realidad y de lo que acababa de descubrir. Vi que estaba en éxtasis; y no tenia nada que ver con el Nirvana budista, porque había extraído todo lo negativo de mis pensamientos, y los había centrado en lo mas fresco y puro que pude encontrar en el mundo. Mi mente en aquel momento era positiva, y no tenía resquicios de oscuridad, y solo tenía luz. Solo pensé en cuan bello era lo que tenía por delante y tal pensamiento extasió las puntas de mis dedos; calambre que se extendió alrededor de mi cuerpo crispando mi mas profundo yo. Y supe en aquel mismísimo instante que Somos lo que pensamos, pues nosotros solo somos nuestra mente; Y eso es tan cierto como que nadie puede decir lo contrario, pues nuestra personalidad, nuestra persona es etérea, es el viento de nuestro cerebro; y nuestro cuerpo el sustento de nuestra mente. Y me di cuenta que fuera cual fuera la situación en la que uno se encontrara, el pensamiento positivo era la clave; pues lo que pensamos es lo que somos; y es lo que condiciona nuestra vida y es lo que nos hace ser como somos.


Y se también que debo avisar; pues la gente puede entenderlo mal; que esto no significa que reniegue de lo material, pues este sigue siendo nuestro pan y nuestro vino; y este nos ayuda a conseguir la paz mental y espiritual de la que hablo; y este nos ayuda a pensar en cosas puras. Pero el cuerpo y nuestro entorno no es nuestra realidad, ni nuestra personalidad, sino que es nuestra percepción de tal, y nuestros pensamientos al respecto, lo que en realidad se convierte en nosotros.


Dicho esto, y escribiendo tal como salen los pensamientos de mi cabeza, emulando a mi escritor bandera; os insto a buscar el lado positivo en vuestra mente; a meditar y extrapolar la frescura de vuestros pensamientos; y a daros cuenta que son éstos los que van a condicionar vuestra vida y van a hacer que viváis como vosotros queráis. Y veréis, cuando hayáis llegado al mismo razonamiento que yo, que es entonces cuando uno se siente en control de si mismo; pues por fin se da cuenta de como controlar su realidad y su humor.

miércoles, 8 de abril de 2009

Publicidad subliminal; o no tan subliminal.



¿Sabéis ese típico sentimiento de estar completa e irremediablemente necesitado de una fresca, intensa y deliciosa cerveza; de no ser capaz de dormir por su culpa; y de no ser capaz de sacarte de tu cabeza la bella imagen de una cerveza bien servida? Si no sois alcohólicos, lo más probable es que no. Aunque, teniendo en cuenta que lo más probable es que seáis españoles; eso también significa que lo más probable es que seáis alcohólicos; lo que significa que lo más probable es que también entendáis este sentimiento. No obstante, lo que sí que es lo más probable es que os encontréis un poco mareados por tanta probabilidad.


Así pues, seguiré escribiendo dando por supuesto que el lector es un aficionado a la sangría don simón o a otros productos sinónimos de alcoholismo; o que, en el peor (o mas bien dicho, mejor) de los casos, simplemente entendéis que pueda haber una persona con tal necesidad imperiosa en su cuerpo.


¿A que viene todo esto? Pues bien, conozcáis o no el sentimiento, el caso es que esa sensación de desesperación cada vez que pienso en una cerveza me lleva acechando hora tras hora, minuto tras minuto y instante tras instante, sin interrupción alguna, desde el día H. No, no soy un alcohólico; y eso es lo que me lleva a escribir esta breve anécdota; ¡El hecho de que me encuentre en tan alta necesidad de una cerveza sin ser yo mismo un gran admirador de tal bebida!


Empieza esta historia; esta lúgubre y triste historia, en las frías y abarrotadas afueras del museo Van Gogh; museo localizado en la holandesa ciudad de Amsterdam. Habían entrado mis amigos, pagando una agradable y poco costosa cantidad de 15 euros, perfectamente asequible para un grupo de agarrados estudiantes que llevaban días sobreviviendo a base de fast foods, y yo les esperaba pacientemente, dando un agradable paseo por las calles próximas, puesto que ya había visitado este museo anteriormente y no era mi admiración por el pintor suficiente como para sacrificar la posibilidad de comer bien por una vez en todo el viaje. Tengo que admitir, pero, que dicho deseo nunca llegó a cumplirse, y que el dinero ahorrado en tan inteligente movimiento acabó en manos de un agradable paquistaní a cambio de una de esas originales camisetas que absolutamente nadie más tiene de Amsterdam. Es más, y para colmo del asunto; no solo no fui capaz de disfrutar de esa codiciada comida de calidad, sino que además acabamos comprando, en el próximo día entre los cinco que éramos, un cubo (y digo cubo pues este es el nombre del recipiente en el cual se nos fue dado el menú) de 50 alitas de pollo radioactivas en el exquisito Kentucky Fried Chicken, el cual provocó maravillas en mi feliz estómago.


No obstante, no voy a ser descortés con la anécdota del cubo de alitas de pollo, pues ella solita se merece como mínimo su propia historia, su propio libro y su propio debate sobre los peligros de ingerir tales delicias dignas de Ferran Adrià.


Así pues, retomando el hilo de la historia, aguardé pacientemente la llegada de mis amigos y nos dirigimos todos juntos hacia el próximo gran museo del día: el gran y famoso museo “Heineken”. Excitados todos por la promesa de los señores Lonely Planet de que al final de la visita se nos iban a regalar tres jarras de la cerveza, nos encaminamos felizmente a visitar tan prometedor lugar. La sonrisa en mi cara al descubrir que el precio de ese lugar tan cultural era tan solo de 15 euros una vez mas fue probablemente visible a millas de distancia. No hace falta, supongo, hacer ninguna broma sobre el hecho de que pagara 15 euros para visitar el museo de una cerveza y no para visitar a uno de los pintores mas reputados de la historia; aunque, siendo sincero conmigo mismo, no hay cosa que me preocupe menos que esta ligera contradicción de valores. Así pues, entré en el museo esperando encontrarme como mínimo a la versión cervecera de la fábrica de chocolate de “Willy Wonka”, dado el precio que habían pagado mis pantalones.


Como pueden ustedes imaginarse, mis esperanzas se vieron considerablemente frustradas una vez entrado en el museo. La primera sala era una idéntica reproducción de la típica entrada de un bar normal. La segunda sala, la exacta imitación de un bar en si mismo (¡oigan ustedes, incluso reproducciones a tamaño real de los taburetes!). Y en vez de los oompa loompas, en la tercera sala se encontraba un holandés con profundas dificultades para expresarse en inglés intentando hacerse el inteligente sobre el complejo repertorio de ingredientes de la cerveza.

Afortunadamente, la visita cobró un poco mas de interés pasadas esas salas. Vídeos sobre todos los anuncios de la cerveza desde 1950 hasta el presente; salas construidas a base de botellas de cerveza, un poco de historia sobre la marca y otras curiosidades que como mínimo presentaban un poco mas de novedad respecto a las precisas reconstrucciones de un bar.


La visita siguió tranquilamente hasta llegar a una sala con dos barmans (uno de los cuales me alegré de descubrir que era el oompa loompa de la tercera sala otra vez) que se disponían a hacer un profundo discurso sobre la manera de beber – y servir – cerveza de manera adecuada. Acabado el completo discurso y demostración, se nos permitió saborear una cerveza servida allí mismo, la cual se suponía debía ser la mejor cerveza de nuestros días.


Y lo fue. ¡Oh dios, si lo fue! Fue deliciosa. Embriagadora. Fue allí, en ese instante, en ese momento, en ese segundo donde todo empezó. Donde la trampa cobró vida. Dos salas mas adelante, nos esperaba el sitio donde íbamos a recibir nuestras 3 jarras de cerveza gratis, las cuales se transformaron, por problemas léxico-semánticos, en dos simples vasos de cerveza “Extra Cold”. ¡Pero por el amor de dios, qué dos vasos! Su sabor intenso se derramaba por las papilas gustativas de manera explosiva y suave a la vez; su frío glaciar te hacía desear más y más cerveza, y su color te hacía soñar en ríos de oro y nubes blancas y puras. También te emborrachaba, pero después me informé que este efecto era general en el mundo del alcohol y de la cerveza. Saboreadas nuestras dos cervezas, salimos fuera del museo impactados por el sabor de tan deliciosa cerveza. Tan pronto como la primera persona del grupo presentó el debate de “a donde queréis ir ahora”, por mi cabeza cruzó la imagen de un bar; cualquiera, fuera o no igual al de la reproducción del museo, donde sirvieran Heineken “Extra Cold”.


Acabamos yendo a nuestro apartamento, pues el ánimo general era de cansancio y no de fiesta. Una vez dentro de nuestro pequeño cubículo, fui rápidamente a coger una de las múltiples Heineken que llevaban en nuestra nevera ya un par de días. La serví de la manera aprendida horas antes en el museo, y me dispuse a saborearla de igual manera que lo había hecho el oompa loompa.


Fui, no obstante, sorprendido por un hecho que por nada en el mundo habría podido esperarme: ¡Tenía el mismo sabor! Cerré los ojos, para asegurarme de que ningún otro sentido influyera en el juicio, y volví a saborearla. Sin duda alguna, era la misma cerveza. Pero, ¿como era posible si ésa no era una Extra Cold? Mi mente empezó a divagar. Y mientras divagaba, me di cuenta mas tarde que había bebido ya otras 3 cervezas más. Algo estaba pasando. Yo ya iba feliz; para ser generoso con mi estado en aquel momento, y seguía deseando más y más cerveza. Pero no era solo deseo de cerveza... ¡Necesitaba mas Heineken! Intenté calmarme. Intenté calmar mis ansias, pero mis intentos fueron infructuosos. Abrí la quinta lata Heineken y me abandoné a los impulsos que tantas horas de verde museo habían colocado dentro de mi mente.


Y aquí sigo, ahora mismo, desde hace ya más de dos días; con una necesidad absurda de beber Heineken, y me pregunto, con toda la sinceridad que cabe en mi corazón...


¿Porqué tanta tontería de publicidad subliminal si la directa, la directa a base de patadas, funciona tan bien?

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P.D: Y, para acabar, como curiosidad fuera del texto... ¿se habían fijado nunca en el curioso hecho de que las tres “es” de la palabra Heineken están ligeramente inclinadas hacía arriba de tal modo que parece que sonrían? ¿Más publicidad subliminal quizás :P?


Tengo también que informar a mis lectores (sean pocos o muchos) que iré alternando el catalán con el castellano en mis escritos, pues no quiero rechazar mi lengua materna en este blog ni quiero privar a ciertos amigos míos de leerlo.

miércoles, 1 de abril de 2009

¿Le pongo lo de siempre, señor?



Que frase más clásica. Tan simple, tan inofensiva a primera vista, y con tanto significado detrás de ella. La ves y la lees en infinidad de películas y novelas. E incluso, en los casos mas afortunados, a veces se presencia de manera casual en cualquier bar de cualquier parte del mundo. En estos casos; en estas aparentemente normales situaciones, contemplamos como el sujeto camarero, con toda la tranquilidad del mundo, se dirige a una, a primera vista desconocida, persona, y le pregunta, con un tono neutro de voz, si desea tomar lo de siempre. ¡Lo de siempre! Y tu, si estás tan profundamente aburrido como yo, y no tienes un amigo delante con quien hablar de algo infinitamente más interesante (caso no muy complicado), te empiezas a plantear qué será lo que este hombre (o mujer) toma siempre. Sigilosamente, miras de reojo la cara del personaje; y repasas su vestuario de principio a fin. Te fijas en los zapatos, en los pantalones, en el cinturón; en la camisa o camiseta, y en si viste o no viste un elegante y serio traje de Armani. Juntas las piezas de tan intrincado puzzle y sacas una aún apresurada opinión sobre que será lo que toma tan frecuentemente. ¿Vista su apariencia de ejecutivo, será un café solo? ¿O acaso unos churros con chocolate? ¿Será un cruasán? ¿Una palmera? ¿Unos huevos fritos? ¿Un curry oriental aliñado con especias exóticas, sazonado con verduras tailandesas y con un yogur de zanahoria de acompañamiento? Inmediatamente descartas la última opción. Pero las otras, junto con algunas otras no nombradas, revolotean por tu cabeza; y ya llegado a este punto, te resulta imposible dejar de pensar en ésas opciones. Más probablemente porque tú también tienes hambre que no porque realmente estés tan interesado en el desayuno de dicho desconocido. Así, minutos mas tarde, uno acaba normalmente resolviendo la intriga con la consecuente llegada del plato pedido; que habitualmente se encuentra dentro del abanico de platos previstos previamente.

No obstante, el hecho de que hoy no haya desayunado ni comido nada debido a ciertos problemas técnicos no es la razón por la que escojo hablar de éste tema. Sí, tengo un hambre atroz, pero eso tiene (o eso espero) una fácil solución. La verdad, es que quisiera ponerme un poco filosófico respecto a la frase de la cual llevo hablando un buen rato. En el fondo, es una frase que siempre he deseado que me pregunten. Entrar en un bar, tranquilamente, con la cabeza alta; sentarme sin mirar a mi alrededor y que un diligente camarero me pregunte, también como quien no quiere la cosa, si quiero tomar lo de siempre. Oh! Que feliz sería. Querría decir que me conocen, que saben quien soy... Que soy importante para el bar! Es mas, que soy crucial para el bar! Que soy como un amigo, como un familiar... como un novio del propietario del local! Aunque, bien pensando, quizás no sea algo tan magnífico como lo hago parecer. Pero, sí es cierto que me haría sentir como que formo parte de la vida del bar.

¿Y porqué os comento esto? Pues porque, como ya habréis podido deducir... el otro día, finalmente, y después de largos meses de trabajo y esfuerzo, asistiendo a un bar regularmente... Al fin me preguntaron si quería tomar lo de siempre! Al principio no pude creerlo. Mire a mi alrededor. Busqué al hombre vestido de Armani. O al abuelo con la boina y el jersey de lana. Pero no estaban allí. El camarero se estaba refiriendo sin duda alguna a mi persona; a mi humilde y nerviosa persona. Inspiré y expiré profundamente un par de veces; y cuando me sentí preparado, respondí: “si, gracias, mozo”. Miré el reloj. Eran las 10:03. Miré por la ventana un par de veces con una ancha sonrisa en mi cara. Me moví inquieto en mi silla. Busqué maneras de matar el tiempo hasta que mi cruasán de chocolate; mi tan ansiado cruasán de chocolate llegara a mi mesa. Ojeé el periódico que llevaba encima; el cual era obviamente uno gratis que me habían dado a la salida del metro y el titular del cual era “Muere perro paticojo en Vallecallejo de la montaña”. Leí un par de noticias claramente inventadas, aunque por gente con un curioso sentido del humor, y fabriqué, gracias a mis limitadas artes de papiroflexia, un par de burdos animalillos con las servilletas del bar.

Pasados unos cuantos minutos, empecé a ponerme nervioso. ¿Realmente se tarda tanto en preparar un cruasán de chocolate? Minutos después llegó la respuesta. Me preparé mentalmente para el momento. Cerré los ojos para sentir el magnífico aroma del chocolate semi-derretido, y aguardé a que el camarero depositara el plato en mi mesa.

Cuando por fin los abrí, múltiples preguntas llegaron a mi mente; muchas de las cuales ya he sido capaz de responder. Otras, quizás algún día encuentran respuesta. Mas hay dos, y solo dos, que perturban mi sueño y no me dejan dormir tranquilo; y ésas son...

¿Quién demonios desayuna ensaladilla rusa?, y más importante aún, y e aquí la raíz de la cuestión... ¿Por qué demonios tenía que ser esta persona tan parecida a mi?

martes, 31 de marzo de 2009

Empezando un blog


Hay tantos temas de los que quiero hablar, que es difícil decidirse por cual empezar. Además, como añadido, nunca he tenido un blog, así que tampoco tengo la más remota idea de cómo empezar ninguno de los temas que tengo en mi mente. Aunque, supongo que una ligera presentación antes de nada para aquellos que no sepan mucho de mí no estaría de más. Así que, ¿cómo empezar mejor un blog que explicando su título? Y más sabiendo que puede dar paso a grandes malentendidos. No, nunca he conducido un cadillac; y mi interés por el mundo del motor es mas bien tirando a limitado. Desconozco qué es una bujía; y hasta hace aproximadamente un mes pensaba que “gasoil” era un divertido diminutivo de gasolina, curioso y entrañable hecho que me llevó a meter gasolina en un motor Diesel.


No, definitivamente el título no es debido a mi amor por los coches. Como algunos ya sabrán, el título está basado en la novela “En la carretera”, de Jack Kerouac; obra que esta comúnmente considerada como la biblia del movimiento “beat”, que apareció por allí los años 50 y del cual dicho autor fue uno de los representantes más importantes. Para aclarar un poco las cosas a los poco conocedores del movimiento, el movimiento beat obtuvo originalmente su nombre del término inglés “beat” (¿sorprendidos?); que significa “vencido”, o “derrotado”. Éste nombre, que fue inicialmente usado como insulto a los integrantes de dicho movimiento, tuvo que ser explicado más tarde por el mismo Jack Kerouac, quien incluyó en el origen de la palabra “beat” otras raíces como “beatific” o la expresión “being on the beat” (pues la música era una gran parte del movimiento). Con esto, Jack Kerouac quiso apartar la mirada negativa que se tenía del movimiento como gente “vencida” para dirigirla más a una idea de gente que, aún con pocos recursos y que había sido apaleada a lo largo de su vida, tenía deseos de experimentar, de descubrir nuevas tendencias; con un alto grado de espiritualidad y de meditación. No hace falta decir que la experimentación con diferentes drogas fue una gran parte del movimiento; que también se caracterizó por una fuerte oposición al estilo de vida americano de entonces, y por una fuerte libertad sexual entre otros muchos factores característicos.


No obstante, me sería completamente imposible resumir todos los significados y razones del movimiento en una entrada de éste blog. De hecho, si sabéis poco del movimiento y os ha entrado cierta curiosidad después de leer ésto; no hay mejor manera de informarse que leer justamente el libro que he comentado antes, “En la carretera”. Dado que no dispongo del espacio ni del tiempo necesario, aquí, me limitaré a resumir porqué escogí este nombre. De hecho, y después de tanta explicación, fue por dos motivos principales. Primero, y principalmente, por el gran impacto que causó la ideología de éste movimiento en mi vida cotidiana, y en mi manera de pensar y de ver las cosas. Y después, porque ésta es sin duda alguna una buena metáfora sobre el que será el tono de éste blog: El discutir sobre cosas de aquí y de allá; sin una meta en especial más que la de reflexionar y disfrutar (o intentarlo) del libre pensamiento del que todos disponemos; arañando pensamientos de todas partes y dando un toque de humor a temas sobre los que todos hemos pensado alguna vez.