sábado, 7 de noviembre de 2009

La chispa del tiempo.



“Imagínate el tiempo como una cuerda. Fuerte, y gruesa; con miles de pequeños hilos formados asimismo por miles de pequeños átomos y partículas subatomicas. Nosotros reseguimos la cuerda, inconscientes de que se avecina; sin poder apartarnos de su camino. Escogiendo el hilo que se nos ha sido asignado, formamos juntos la gruesa cuerda del destino.

Al contrario de lo que muchos piensan, esto no implica la desaparición del libre albedrío. Imagínate, para explicarlo, otra cosa. Imagínate que un ser; increíblemente inteligente y deductivo, fuera el que estuviera hilando el hilo lentamente, lejos de nuestros pasos en la cuerda, a la cual aún le quedarían metros para llegar al final. Un ser que nos conociera, supiera como somos; etéreo o no. Podría ser un dios, o el universo. Podría ser la existencia, o un hombre sobrenatural. Solo imagínense que fuera algo que nos conociera mejor que nosotros mismos. Que supiera como somos; como pensamos. Nosotros seguiríamos siendo perfectamente libres; y nuestras decisiones seguirían marcando el camino que tomamos. Pero así como un detective deduce los pasos del asesino, ese “algo” deduce también lo que vamos a hacer, y hila al respecto. Nuestro futuro, los pasos que tomamos, ya supo, alguien mucho mas inteligente que nosotros, por donde caminarían. Nosotros los escogimos, pero el los dedujo y hiló al respecto. Y así, la maciza cuerda avanza hacia el infinito.


Y ahora, mi joven matemático, imagínate que alguien viera ése futuro; pues ya ha sido hilado y nuestros ojos, como ya bien sabes, son capaces de percibir, en las adecuadas circunstancias, su dirección.



Para explicarte que pasaría; o mas bien, que pasa, cuando esto ocurre, debemos imaginarnos la inmensa volatilidad de las puntas deshilachadas de cualquier cuerda cuando una pequeñísima y remota chispa las golpea con toda su fuerza. Como el fuego de los sentimientos, se expande por toda la cuerda y empieza a arder; a cambiar la composición de los átomos de la cuerda y a transformar lo que nuestros ojos ven para convertirlo en algo completamente diferente.



Cuando observamos dentro del pozo del tiempo, conocido también como el espacio-tiempo, encendemos esa inmensamente poderosa chispa. Y como más gente descubre que la chispa ha sido encendida, más se aviva el fuego, y la composición de nuestro tiempo cambia completamente. Y, cuando por fin ese algo; consigue extinguir el fuego, partes de la cuerda han quedado deshiladas, perdidas en un vacío de quemados y futuros desconocidos. Siguiendo con su imperturbable trabajo, el destino sigue hilando para corregir los errores y guía los hilos que despuntan, hasta tejer de nuevo la cuerda. Y el hombre, que de si mismo no se puede desprender, crea con sus acciones un nuevo hilo, hilado por el destino como anticipación a nuestras acciones; y un nuevo camino se abre en el vacío del espacio-tiempo. La diferencia entre este nuevo camino y el viejo viene marcada por los cambios que el hombre y el hilador han tenido que hacer sobre la maltrecha cuerda.Y así, como más haya quemado el fuego; y como más gente haya echado en las brasas sus pensamientos y sus conocimientos del futuro, más perturbadora será la llama de la incertidumbre del futuro.



Y es por eso, joven estudiante, que ésta es la primera lección de todos vosotros que entráis en ésta universidad, con deseos ardientes de empezar a predecir el futuro:



La única manera de cambiar el futuro, es observándolo; y e aquí la cuestión, pues muchas veces, el futuro, por muy desagradable que sea, no debe ser cambiado.””
Alexander Stoichkov, primeros tratados sobre el tiempo y la teoría de cuerdas.



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