“Imagínate el tiempo como una cuerda. Fuerte, y gruesa; con miles de pequeños hilos formados asimismo por miles de pequeños átomos y partículas subatomicas. Nosotros reseguimos la cuerda, inconscientes de que se avecina; sin poder apartarnos de su camino. Escogiendo el hilo que se nos ha sido asignado, formamos juntos la gruesa cuerda del destino.
Y ahora, mi joven matemático, imagínate que alguien viera ése futuro; pues ya ha sido hilado y nuestros ojos, como ya bien sabes, son capaces de percibir, en las adecuadas circunstancias, su dirección.
Para explicarte que pasaría; o mas bien, que pasa, cuando esto ocurre, debemos imaginarnos la inmensa volatilidad de las puntas deshilachadas de cualquier cuerda cuando una pequeñísima y remota chispa las golpea con toda su fuerza. Como el fuego de los sentimientos, se expande por toda la cuerda y empieza a arder; a cambiar la composición de los átomos de la cuerda y a transformar lo que nuestros ojos ven para convertirlo en algo completamente diferente.
Cuando observamos dentro del pozo del tiempo, conocido también como el espacio-tiempo, encendemos esa inmensamente poderosa chispa. Y como más gente descubre que la chispa ha sido encendida, más se aviva el fuego, y la composición de nuestro tiempo cambia completamente. Y, cuando por fin ese algo; consigue extinguir el fuego, partes de la cuerda han quedado deshiladas, perdidas en un vacío de quemados y futuros desconocidos. Siguiendo con su imperturbable trabajo, el destino sigue hilando para corregir los errores y guía los hilos que despuntan, hasta tejer de nuevo la cuerda. Y el hombre, que de si mismo no se puede desprender, crea con sus acciones un nuevo hilo, hilado por el destino como anticipación a nuestras acciones; y un nuevo camino se abre en el vacío del espacio-tiempo. La diferencia entre este nuevo camino y el viejo viene marcada por los cambios que el hombre y el hilador han tenido que hacer sobre la maltrecha cuerda.Y así, como más haya quemado el fuego; y como más gente haya echado en las brasas sus pensamientos y sus conocimientos del futuro, más perturbadora será la llama de la incertidumbre del futuro.
Y es por eso, joven estudiante, que ésta es la primera lección de todos vosotros que entráis en ésta universidad, con deseos ardientes de empezar a predecir el futuro:
“La única manera de cambiar el futuro, es observándolo; y e aquí la cuestión, pues muchas veces, el futuro, por muy desagradable que sea, no debe ser cambiado.””
Alexander Stoichkov, primeros tratados sobre el tiempo y la teoría de cuerdas.
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