lunes, 14 de septiembre de 2009

Côte d'Azur: Dia 1.



Teniendo tantas cosas sobre las que hablar de este viaje; lo mas complicado aparece a la hora de empezar. ¿Con que anécdota empiezo? ¿Como hago que se vivan de la misma manera que las vivimos nosotros entre lágrimas de risa? Es imposible. A vosotros, palabras tan simples como “carbonara” o “Quick” no os hacen venir nada a la cabeza. Mi objetivo, en general, es que al final de este texto también o hagan gracia cuando las escuchéis. Así pues, no hay manera mas fácil que pasar por encima de nuestro viaje en forma de diario; en forma de ir viendo lo que fuimos haciendo poco a poco. Prepárense; ¡es hora de escribir a lo Jack Kerouak!



Día 1.



Como todo en el mundo, la cosa empieza tranquila, emocionante, y con un poco de sueño por salir tempranito por la mañana. Maletas cargadas, con nuestro (único) CD de música puesto y el depósito lleno de gasoil (y no gasolina, esta vez), Oscar y yo empezamos nuestro viaje yendo a buscar a Marta a un pueblo que nuestro GPS o ignora que existe, o imagina de una manera completamente diferente a la que es. Después de deducir que nuestro simpatiquito amigo electrónico se ha vuelto imbécil, encontramos por casualidad la calle de su casa y esperamos pacientemente a que cargue una bolsa de esas que supuestamente mantienen los alimentos frescos (hecho que pondremos a prueba durante el viaje) con fruta. Una vez preparados, arrancamos, compramos alcohol y tabaco (avisados por la intuición de que es muy probable que en Francia sea absurdamente caro) y empezamos el largo viaje hasta la versión multimillonaria francesa de la costa brava.



En un viaje que estará marcado por la buena suerte, las cosas no empiezan de tal manera. Llegados a la frontera, salta un comentario aleatorio entre el grupo... “¿Hoy no será operación retorno de los franceses de la costa española a su casita no?” No, que va. De los franceses no. De los franceses, italianos, rusos, polacos, holandeses y hasta Chinos debía haber en la maldita autopista. Los pintorescos personajes de los coches a nuestro alrededor nos entretuvieron durante quizás la primera hora, pero pronto se volvieron monótonos. Cabe, no obstante, destacar algunos de los que vimos, como el Heavy con camisa de tirantes, músculos de gimnasia, calvo y con barba larga (es decir, el estereotipo) conduciendo un coche familiar con dos niños la mar de normales y una mujer florero a su lado.



Un viaje que iba a durar unas siete horas aproximadamente se convirtió en aproximadamente una odisea de 12 horas. Para recargar fuerzas, paramos a comer en el que se convertiría en nuestro restaurante-buque insignia: chez messieur Mc'Donalds. Oscar, muy sorprendido (o muy hambriento) nos hizo notar que era el Mc'Donalds mas guapo que había visto en su vida. Ante nuestras miradas escépticas, intentamos deducir qué era exactamente lo que le otorgaba un título tan rimbombante. Ninguno de nosotros encontró el motivo, aunque felizmente le dimos la razón para que el pobre estuviera satisfecho. Informamos a Andreu de lo excitados que estábamos por el viaje via facebook con el móvil y arrancamos, escuchando super emocionados canciones que mas tarde odiaríamos por haberlas escuchado 100 veces cada una. Hay que decir también que le tocó conducir durante unas cuantas horas a Oscar, pues no soporto conducir después de comer; y menos si es bazofia como la del McDonalds. De hecho, segundos después de comerme la hamburguesa juré a dios (y lo puse por testigo) que nunca mas volvería a comer del McDonalds y que si hacia falta, antes pasaría hambre. Sería el primero de aproximadamente 20 juramentos idénticos que hice a lo largo del viaje: todos fallidos.



Llegamos unas muchas horas mas tarde a Cannes. Cerramos el GPS, pues ya no nos servía, y entré conduciendo escogiendo calles “a la babalá” para ver hacia donde nos llevaba el coche. Ahí entro nuestra suerte en juego, pues de manera bastante absurda la primera calle que cogí nos llevó directamente hasta la estación de tren; lugar donde se reunían todos los hostales y hoteles baratos; lugar a 10 minutos del puerto y la costa y a 10 minutos de la zona de fiestas. Increíblemente, encontramos aparcamiento en la única plaza delante del hotel mas barato y ruinoso que había en la ciudad. Subimos para alquilar una habitación; y siguiendo al pobre encargado (hombre necesitado con urgencia de una ducha / baño / desodorante / camisa nueva) nos mostró la habitación. Dos camas de matrimonio, baño, mesita de noche, ventana, televisión.... y... ¡AIRE ACONDICIONADO!. El tugurio mas cutre de la ciudad y tenía aire acondicionado de calidad y que funcionaba. Increíble.



Nos duchamos, aseamos, preparamos, comimos algo (donde algo puede substituirse por pam bimbo con fuet y fruta podrida de marta, o kebab de un paki que se encontraba justo debajo nuestro hotel) y salimos Oscar y yo a comprar hielo para las bebidas. Fue entonces cuando descubrimos que el concepto “hielo para las bebidas” en francia no existe como tal en los supermercados; hecho que nos obligó a tener que entrar en un Pub irlandés para pedir un poco de hielo “por favor”. Una vez mas, y contra todo pronóstico, nos lo dieron felizmente, y gratis, y pudimos empezar a beber y a emocionarnos por el hecho de que nos encontráramos en Cannes. No obstante, nosotros, que seguíamos viviendo en horario español, no nos dimos cuenta que ya pasaban de las doce y que allí en Francia la fiesta estaba ya en su punto álgido, cuando nosotros aún estábamos empezando a calentar motores.



Salimos, demasiado tarde quizás para el sistema gabacho, y empezamos a buscar la fiesta alrededor de la ciudad. Una vez mas, y por casualidad, conseguimos llegar hasta el sitio que a primera vista parecía el mas guapo de toda la ciudad. No importó mucho, porque al llegar tan tarde, el sitio ya estaba a reventar y solo dejaban entrar a los conocidos o gente que estaba por lista. Fuimos, pues, a buscar fiesta por calles circundantes, y aunque la encontramos, la abandonamos rápidamente para hacer un breve regreso a nuestro apartamento y beber un poco mas: aquella iba a ser una noche larga y todos íbamos a necesitar un poco mas de alcohol.



Me gustaría tener muchas anécdotas que explicar de aquella noche; pero de entre todas fue quizás la mas común. Hablamos con un montón de gente desconocida por la calle, entramos en un montón de bares y pequeños bares-discoteca y en general empezamos a entrar en comunión con la fiesta francesa. Sin muchas locuras, y después de pasar por un bar donde había un barman practicando con una botella de plástico de una manera bastante habilidosa, nos dirigimos de vuelta al mega-lugar del principio a probar suerte. Después de volver a fracasar, Marta volvió de manera sabia al hotel a dormir, mientras Oscar y yo mirábamos que podíamos hacer. Después de intentar colarme, insultarme con unas chicas que había allí al lado, y decirle “listillo” a un chavalín medio gilipollas de la puerta, decidimos que había llegado la hora y volvimos Oscar y yo al hotel. Óbviamente despertamos a Marta; borrachos como íbamos; y óbviamente le contamos que se acababa de perder la mejor fiesta de nuestras vidas. Óbviamente no nos creyó, nos insultó, y nos instó a dormirnos. Óbviamente la ignoramos y seguimos tocándole los cojones durante unos 10 minutos, momento en el cual la cosa perdió la gracia y el sueño se apoderó de nuestras turbias y alcoholizadas mentes.



¡Mañana, el segundo día!


3 comentarios:

  1. exceptuant les 12h de cotxe, em vaig perdre una bona nit de festa, veig :)

    tio, encara que mai arribem a parlar del que realment voldríem, merci. en serio, merci.

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  2. jjajajajaja

    lo de la fruta podrida es falso, no se pudrió hasta el tercer día. Lo que pasó fue que los higos se chafaron y dejaron un liquidillo que lo hacia pensar, pero en realidad toda aguantó bastante bien.

    Marta

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  3. Sembla que els moments moderadament dolents de la vida, com les 12 hores de cotxe, sempre són bones per recordar-les en companyia i arrancar alguns riures.

    A veure què més va passar a la Costa Azur.

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